EFE-PARÍS

La cabeza del Angel de Nagasaki es una escultura labrada en piedra que tiene las facciones derretidas desde que una bomba atómica asoló en 1945 esa ciudad nipona y que ahora contempla discretamente el Jardín de la Paz, uno de los pequeños tesoros artísticos que alberga la sede de la Unesco en París. La estatua proviene de la fachada de la Iglesia Ucraniana de Nagasaki, del único muro de aquel templo que sobrevivió a la explosión nuclear, a finales de la Segunda Guerra Mundial, y desde 1978 forma parte del fondo de museo de la Unesco como regalo de la ciudad nipona.

Frente a ese testigo pétreo de la devastación humana, 80 toneladas de piedras trasladadas desde Japón y emplazadas en un espacio de cerca de 2.000 metros cuadrados conforman un jardín japonés concebido por el paisajista y arquitecto Isamu Noguchi. Este reducto de calma que salpica el seno de la Unesco de cerezos, magnolias, puentes y estanques, es una pequeña reliquia escondida entre edificios institucionales como la Agencia Espacial Europea o los ministerios franceses de Asuntos Exteriores y de Defensa, situados en el entorno.