Colección que se presenta en la exposición que acoge el centro s'Alamera.

No deja a nadie indiferente, siempre que se tenga un mínimo de sensibilidad para apreciar el arte; porque arte es lo que Fèlix Martínez presenta hasta el 25 de enero en el centro s'Alamera de Vara de Rey en su exposición Fietes i jugarois. Records d'infantesa', en la que presenta una selección de los más de once mil objetos de su extraordinaria colección; «contando casas, figuritas, miniaturas, juegos, vestidos y complementos, así como una biblioteca auxiliar especializada de más de dos mil volúmenes», como cuenta en el folleto de la muestra, una de las más exitosas que se han visto nunca en Eivissa, para sorpresa y satisfacción del singular coleccionista y del Ayuntamiento de Vila, organizador de la muestra en colaboración con el Consell d'Eivissa.

Una exposición que recomiendo vivamente; por ejemplo para verla precisamente hoy, justo el Día de Reyes. Porque puede resultar un ejercicio especulativo sugerente imaginar la cantidad y calidad de emociones vividas detrás de cada muñeca, cada figurita, cada casita de muñecas, juegos y otros hermosos elementos de una muestra que abarca dos siglos: de mediados del siglo XVIII a mediados del pasado siglo XX. ¿Cuántos sueños, ilusiones, fatigas para adquirirlos o pena al perderlos no se esconderán detrás de cada una de estas delicadas piezas, llegadas a las manos del empecinado coleccionista ibicenco por vías más o menos complejas; desde reputadas casas internacionales de subastas a contactos directos con otros coleccionistas, familias de rancio abolengo, aristócratas venidos a menos, fetichistas de cuño vario u obsesos estetas decadentes?

En cualquier caso, una dedicación la de Fèlix que merece con creces el reconocimiento que le están haciendo en estos días sus paisanos, residentes o los turistas de invierno que caen por s'Alamera; algunos de los cuales (lo comprobé en la visita que hice, hace varios sábados ya) alucinaban de que hubiese en Eivissa alguien que a título particular, con sus propios medios y esfuerzos, hubiera reunido una colección de semejante categoría.

«Es todo un lujo inesperado para esta isla», me comentó un amigo francés, buen lector de Proust, a quien estoy seguro que Fèlix estaría encantado de explicar los pormenores de sus mejores piezas sentado con él en el tresillo decimonónico incluido en un aparte de la exposición.

Un lujo para el que algunos de los muchísimos visitantes que está teniendo la muestra reclaman una atención especial por parte de alguna institución, pública o privada, para que este delicado patrimonio artístico de un tiempo pasado -que en este caso si parece mejor- no se disperse si llegara el día (improbable) en que Fèlix Martínez se cansase de coleccionar sueños; o (ese día sí vendrá) cuando le toque el turno de marcharse de este mundo.

No está ahora la cosa para más gastos, pero cuando pase la crisis, ¿no se podía pensar en montar con lo mejor de la colección algo así como un museo en alguna casona de Dalt Vila? Sería un buen reclamo más para Eivissa Patrimonio de la Humanidad.