El Museo Reina Sofía de Madrid ha presentado en los dos últimos meses una exposición sobre la revista A.C., Documentos de Actividad Contemporánea, medio de expresión entre 1931 y 1937 del Grupo de Artistas y Técnicos Españoles para el Progreso de la Arquitectura Contemporánea (GATEPAC); que en el contexto de la Segunda República difundió las idas más innovadoras de la modernidad europea.

A.C. fue impulsada por jóvenes arquitectos atraídos por el estilo racionalista, la simplificación de las formas o la intervención en los espacios verdes. Su búsqueda de una 'arquitectura universal' convirtió la revista en un catalizador de la vanguardia arquitectónica española. Sus 25 números constituyen uno de los mejores legados que el arte y la arquitectura de vanguardia del siglo XX dejó en el suelo español. Era de periodicidad trimestral, estaba producida en Barcelona por acuerdo del grupo y dirigida por Josep Lluís Sert y Josep Torres Clavé.

El número 21 de A. C. incluía un amplio reportaje sobre la arquitectura tradicional, titulado Ibiza (Baleares). Las viviendas rurales , firmado por los arquitectos Erwin Broner y Richard Waldkirch, que sigue vigente:

«Estas viviendas de los payeses ibicencos constituyen una sorpresa para el arquitecto moderno que se ve obligado a resolver complicados problemas de orden técnico, social y funcional, y queda entusiasmado ante la simplicidad y sencillez que representan estas construcciones del campo.

La casa típica ibicenca, que a veces aparenta cierta complicación, es en realidad consecuencia lógica de las necesidades y posibilidades del payés desde todo los puntos de vista: clima, trabajo, medios constructivos, medios económicos, etc. En fin, es una vivienda perfecta y netamente funcional y en armonía con la situación económica de nuestro tiempo, que en esta isla no ha variado sensiblemente.

Estas viviendas rurales nos impresionan por su belleza formal, como todo lo que es bueno y se ajusta con sencillez a su objeto. Y a pesar de estar construidas por simples payeses, incluyen todos los elementos necesarios al hombre exigente. Aquí la imaginación se revela como factor natural.

Los payeses, a pesar de que la mayoría son analfabetos, están dotados de un sentido importantísimo de la intuición. Uniendo todas las partes en un conjunto armónico, saben prescindir de vanidades y ostentaciones.

Las diferentes generaciones han sabido mantener un tipo de construcción muy oportuno y el individuo no ha tratado de romper la tradición con ideas arbitrarias ni imitaciones absurdas, sino al contrario, han colaborado en el desarrollo normal del tipo fundamental , aprovechándose de sus ventajas.

Esta creación arquitectónica que varía según las condiciones de: situación, lugar y familia, conserva siempre una larga serie de elementos homogéneos.

En general, la vivienda rural en Eivissa consta de sala, cocina y dormitorios. Ante la casa y formando cuerpos añadidos, se construyen establos cubiertos al aire libre, patios con cisterna o pozos y un pequeño jardín rodeado de pilares y cerrado por muros blanqueados con cal.

La sala, con su gran portal orientado al sur o ligeramente desviado en esta dirección, constituye la habitación frecuentada por la familia durante la mayoría de las horas del día. El resto de aberturas de la casa (por ejemplo, las ventanas de los dormitorios de la casa) son de dimensiones reducidas. Adosados a las paredes de la sala hay bancos de piedra que son usados por los familiares y amigos durante las reuniones.

El conjunto del mobiliario, así como los instrumentos de trabajo, responden a una idea de simplicidad y funcionalismo puro. Los muebles quedan reducidos a una tabla y varias sillas y a un armario de pared. Cuelgan del techo los dispositivos que se utilizan para secar frutas. En las paredes se disponen, generalmente, nichos donde se guardan las jarras y cántaros para el aceite, el vino, etc.

Las paredes son blanqueadas con cal una o dos veces al año y los habitantes de estas poblaciones tienen mucho cuidado en que esta operación sea realizada con toda regularidad, tanto en el interior como en el exterior.

El techo está construido por un empastado que se refuerza sobre vigas de madera que se dejan a la vista. Encima se extiende una capa de algas y otra de arcilla impermeable, con una ligera pendiente hacia los lados, protegidos con un muro de unos treinta centímetros de altura. El agua de lluvia tiene salida por unos pequeños canalones que lo atraviesan.

La entrada de la sala está protegida en la mayoría de los casos por un porxo formado por pilares blanqueados con cal y cubiertos con ramas secas.

La cocina no sólo sirve para preparar la comida, sino que en invierno, con sus bancos alrededor del fuego y de la chimenea, constituye el lugar de reunión preferido de la casa payesa».