El 'cantador' formenterés Jaume Roig.

JULIO HERRANZ

«Lo del homenaje ha sido una cosa de repente de la que no sabía nada. Me lo dijeron el jueves, creo; y estoy contento, claro». Con estas palabras el cantador formenterés Jaume Roig Mayans mostraba ayer a este periódico desde su casa de la Mola su satisfacción por el reconocimiento que recibió ayer noche en el centro cultural Puig d'en Valls en el acto de clausura de las VIII Jornades de Cultura Popular de las Pitiüses, organizadas por la Federació de Colles de Ball i Cultura Popular de Eivissa y Formentera, que, dedicadas a las Fibres de manufactures naturals, se han celebrado desde el 28 de marzo.

Jaume Roig Mayans (la Mola, 1921) no ha perdido la afición a cantar, que se despertó en él desde niño. «Bueno, ahora me cuesta ya bastante hacerlo; ya no es igual que cuando tenía 30 años, que cantaba todo lo que quería. Pero en fin, si lo mandan miraré de hacer algo lo mejor que pueda», apuntó el veterano cantador, lamentando que en Formentera haya poca afición a este género musical tradicional. «Ya quedan muy pocos en la isla; alguno en la Mola. Pero que diga algún trozo de canción, se puede decir que quedo yo solo. Es una pena», valoró, añadiendo: «Cuando era joven cantaba todo el mundo, chicos, chicas, todos; unos mejor que otros, claro; cada uno hacía lo que sabía, pero desde que ha entrado ahora la cosa moderna se ha ido perdiendo, hasta que murió del todo. Lo único que se va conservando hasta ahora es el ball pagès. En Sant Francesc hay colles; aquí baila alguno, pero no tenemos grupos», precisó.

Durante el acto de clausura de las Jornades de Cultura Popular se hizo entrega del texto que recogía las del año pasado, que incluye una semblanza biográfica de Jaume Roig Mayans, escrita por su paisano Andreu Ferrer. En ella cuenta que Roig «comenzó a introducirse en el mundo del canto desde muy jovencito. Recuerda cómo antes de la guerra sus padres iban a cantades, que tenía un tío cantador, también llamado Jaume Roig, y que cantar le había llamado la atención de una forma muy especial». «No tocaba las castanyoles ni la flauta, aunque tuviera, pero el tambor fue otra historia. Cuando tenía nueve o diez años compró un bote de lata, que usaba como tambor, a unas señoras mayores de can Vicentet Mayans, que le cobraron una peseta, y con este tambor aprendió a tocar», cuenta Ferrer.

Por otra parte, la coordinadora de las Jornades, Edu Sánchez, se mostró ayer satisfecha del resultado de esta octava edición del evento, en el que se combinaban las conferencias con talleres prácticos dirigidos por los ponentes. «En los talleres había 24 personas apuntadas, lo que está muy bien; y la afluencia a las conferencias tampoco ha estado mal. Estamos contentos porque el tema ha interesado y los ponentes han tenido un nivel muy bueno. Pensamos que, sobre todo los profesores (y estudiantes de profesores, que también había), pueden utilizar lo aprendido para enseñarlo luego ellos en sus colegios. Lo importante es que nuestra cultura popular no se pierda», concluyó.