A partir de los estudios de dos cráneos, uno púnico masculino y otro bizantino femenino, el arqueólogo ibicenco Nicolás Márquez-Grant ha realizado su reconstrucción facial con la colaboración del artista Simon Lygo. El cráneo masculino procede de las excavaciones de la necrópolis del Puig des Molins y el femenino de la de s'Hort des Llimoners. La datación de este último, gracias al método de radiocarbono, ha podido ser fijada entre los siglos III o IV d.C.; no así el primero, aunque lo más probable es que proceda de la época púnica.

Nicolás Márquez-Grant cursa en la actualidad en la Universidad de Oxford el último año de su tesis doctoral en arqueología y antropología sobre restos humanos encontrados en Eivissa. Por su parte, Simon Lygo estudia arte en el Wolfson College de la misma universidad británica.

Según ha explicado Márquez-Grant a este periódico, del estudio antropológico se puede obtener mucha información a partir de los restos óseos: número de individuos en una tumba, edad, sexo, estatura, paleopatología (enfermedades y lesiones óseas; por ejemplo, traumatismos, artrosis, infecciones, caries dental...). «Todo ello ayuda a entender las condiciones de vida en las que vivió una población, además de contribuir a aspectos como el ritual funerario, la dieta y demás factores circunstanciales», apuntó el arqueólogo ibicenco, añadiendo que «la causa de la muerte es casi imposible de determinar en contextos arqueológicos. En más del 90 por ciento de los casos es muy difícil de precisar con exactitud cómo murió el individuo».

El contexto en el cual se han excavado los huesos pueden dar alguna clave. «Incluso si a la persona le han cortado la cabeza, es posible que eso fuera inmediatamente después de un ataque al corazón, un envenenamiento, etc. Sin los órganos conservados es difícil de identificar. Hasta una infección puede matar a un individuo antes de que haya una reacción del hueso».

Para realizar la reconstrucción facial del ibicenco púnico y de la ibicenca bizantina, Nicolás Márquez-Grant ha utilizado la técnica de dos dimensiones, según el método forense. «Hay varias técnicas; las más populares son las de 3-D, mucho más caras, que se realiza sobre un molde del cráneo y al cual el escultor/artista añade los distintos músculos y demás. Siempre hay cierto grado de subjetividad. En los casos forenses, las reconstrucciones, aunque no son exactamente precisas, sí son lo suficiente como para que un familiar o una persona reconozcan la cara de la víctima o del desaparecido», explicó.

En la reconstrucción en 2-D, según el método forense, el artista se apoya en el estudio del cráneo. «Por ejemplo, conociendo el espesor entre la superficie del hueso y la piel en distintos puntos del cráneo (dependiendo de qué músculos hay en determinadas zonas). El ángulo de la nariz también se ha podido determinar según los huesos presentes. Ninguno de los cráneos ha sufrido ningún tipo de enfermedad que haya deformado la cara».

Y también pueden determinarse otros datos gracias a los estudios antropológicos. «El sexo se averigua, siempre que sea posible, a partir de rasgos de la pelvis (lo más preciso), el cráneo y las dimensiones métricas de los huevos». «La edad, a partir del desarrollo del esqueleto, los dientes y su desgaste o los cambios degenerativos (por ejemplo, en la superficie de los huesos de la pelvis). Estas determinaciones no son fáciles, y a veces no del todo precisas; por eso se utilizan rangos de edad suficientemente amplios, como 20-30 o 30-50».