R .C.

Oskorri, la veterana formación vasca, con más de 30 años de carrera musical, fue anoche la gran triunfadora de la programación del 16 Mercado de Música Viva de Vic (MMVV). En la Plaza Mayor, y pese a abrir el programa, el combo que dirige Natxo de Felipe demostró que no hay barreras y que las distancias se recortan cuando mandan las buenas melodías, para lo cual contó con el buen hacer de sus compañeros Bixente Martínez -guitarra eléctrica y mandolina- y Antón Latxa -guitarra acústica y voz-, entre otros.

Un público curioso, que se acercó a ver qué pasaba, se quedó prendado con la facilidad para comunicar de De Felipe, con su voz, un instrumento bellísimo, y con esa manera tan particular para partir de la tradición sonora vasca y llegar a las melodías andalusíes o celtas. «Aunque nací llorando, quisiera morir cantando», decía Natxo de Felipe al explicar un poema que había musicado. Y el público lo suscribió: la ovación cuando abandonaron el escenario llevaba todo el afecto imaginable.

Luego, el brasileño Silvério Pessoa fracasó porque su forró, ese nuevo ritmo que mezcla el perico ripiao dominicano con la percusión de la batucada, no hizo bailar a nadie por unos patrones aburridos y un sonido nefasto. En la programación de anoche destacó, en el Orfeó Vigatá, la fuerza escénica de The Linn Youki Project.

El grupo barcelonés apuesta por las proyecciones de dibujos animados y de trozos de cortometrajes propios para explicar unas canciones interpretadas con dos bajos, programaciones varias y una trompeta.

El resultado es una mezcla hipnótica, donde los bajos asemejan guitarras, con líneas de graves profundas, casi góticas, que martillean el cerebro con intensidad, buscando un camino entre Death in Vegas, Neu!, DJ Shadow y Boards of Canada. Marco Morgione y Javier Caparrós, con la ayuda del trompetista Xavi Tort, buscan hacer canciones a partir de la creación de paisajes rítmicos compulsivos que dan como resultado piezas como «El mar» o «Sueño número 33». La irrelevante cantante de blues y rock Ilene Barnes, una versión cansina de Tracy Chapman, fue el preludio para la actuación, en la Plaza dels Mártirs, de I Cantori di Carpino, un combo formado por tres octogenarios cantantes.