Imagen del estreno ayer en Can Ventosa de «IBZ 2050».

El escenario de Can Ventosa y el de Cas Serres acogieron ayer las dos ofertas programadas para este día festivo en la III Mostra de Teatre que organiza la Conselleria de Cultura, en colaboración con varias instituciones públicas y privadas. En el primero se presentó el estreno de «IBZ 2050, el museu del eivissencs», de Vicent Tur Riera; un montaje de l'Increat Teatre en colaboración con el Grup d'Estudis de sa Naturalesa (GEN) para celebrar el vigésimo aniversario del colectivo ecologista. En el segundo, «Necessitem teràpia, ja!!!», de Christopher Durang, en un montaje de la compañía mallorquina Voramar Teatre según la versión en catalán de Immaculada Borràs.

El programa para este fin de semana incluye la repetición de «IBZ 2050» (Can Ventosa, hoy y mañana, a las 21'30 horas); «No té títol», de Tomeu Torres, por el grupo mallorquín Calabruix (auditorio de Cas Serres, 20'30 horas), y «Relatos», una creación del colectivo de Alumnos de la Escuela de Arte Dramático Antonio Cantos (Sala Europa, mañana, 20'30 horas).

Dada la expectación creada por conocer como podría llegar a ser Eivissa dentro de medio siglo, la mejor respuesta de público la tuvo ayer «IBZ 2050», calificada por el propio Vicent Tur Riera (autor y director del montaje) de «fantasía delirante» y «comedia desbocada». Un trabajo con claro propósito crítico. «Nuestra intención y la del GEN es dar un mensaje claro a la gente de la isla para que tome conciencia sobre qué tipo de futuro quieren para Eivissa», apuntó Tur. Un mensaje más bien deprimente, en cuanto presenta la isla como un lugar en el que todo el terreno está asfaltado, las playas son de arena sintética, se habla una mezcla de castellano, inglés y alemán y está gobernado por un sistema totalitario que es una caricatura del capitalismo más salvaje.

En cuanto a «Necesitem teràpia, ja!!!», estrenada el pasado septiembre en Palma, la coincidencia horaria con la obra ibicenca restó espectadores potenciales. Se trata de una crítica cargada de sal gruesa sobre la incomunicación que se sufre en las grandes ciudades, cuyo ritmo de vida «acaba convirtiendo la existencia en un diálogo para besugos», según ha explicado Joan Porcel, director del montaje. «La gente tiene todo tipo de problemas, y por eso va al psicólogo, para que alguien le escuche, aunque suceda a menudo que el profesional está más loco que el paciente», añadió.