El polifacético artista francés Alain Depière, clausura mañana
lunes la exposición de su obra más reciente que, pintada en
Toulouse, está inspirada en sus recuerdos de Formentera. Pese a que
sus lienzos habrán permanecido apenas ocho días colgados de las
paredes del Ajuntament Vell de Formentera, ha sido un constante
desfilar de personas por la sala para contemplar el retorno
artístico de uno de los hijos pródigos de la isla.
Quienes conocen a Depière saben que cada nueva exposición es una
sorpresa y a la vez una consecuencia lógica de su instinto creativo
y de su inconformismo. Depière no se casa ni con modas ni con
estilos, es un depredador nato que crea destrozando sus anteriores
conceptos dando siempre un paso adelante en su manera de concebir
la pintura.
Formentera perdura viva en su memoria y ahora, lejos del mar,
lejos de un entorno mágico, añora, recrea y vigoriza la esencia de
la isla. Va lejos, sus ojos, casi transparentes, se adentran en los
azules del cielo y del mar de Formentera, pero no olvidan los
marrones y los ocres de la tierra ni el blanco casi glauco de
algunos instantes en que la luminosidad se suspende sin decantarse.
Y todo eso está en las últimas creaciones de Depière.
El artista marca, anota, define; son apenas símbolos o señales
que Depière delimita con sensibilidad. El azul ambiguo que se
confunde en el horizonte, el blanco ancestral de las paredes de las
casas, los mil y un ocres y marrones de la tierra y de los muros se
entremezclan en sus telas. Se conjugan sin perder protagonismo, se
definen aislados y a la vez se amalgaman armónicamente. Tal y como
informaba este rotativo el pasado martes, tras seis años de
ausencia Depière ha vuelto a Formentera movido por la nostalgia y
con la firme voluntad de regresar pronto, no sólo a exponer sino a
instalarse de nuevo en una isla en la que una gran mayoría de
personas le recuerdan con mucho cariño.
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