Acelerados por la urgencia del momento, con sus protagonistas efímeros de temporada, cuesta al personal residente de la isla pararse a conocer y reconocer argumentos de más tiempo y calado, personajes y personalidades con poso suficiente para llamar la atención por algún tipo de actividad de intención artística o social. Tal es el caso de Pilar Garzón, esta cantante aragonesa que a tantos suena de vista, aunque muchos menos sepan aspectos tan notables en su trayectoria, como que fue uno de los miembros más destacados de la canción aragonesa reivindicativa de los últimos 60 y primeros 70, con varios discos en su haber, y junto a personajes hoy tan populares como Labordeta.

Aunque no es fácil sacarle mucha información sobre esa época de su vida. Como si no le diera importancia o buscara alejar de su memoria una etapa ya superada hace mucho tiempo. «Es que yo soy una persona iconoclasta y creo que nadie es mejor que nadie; por eso, cuando ya empezaban a destacar unas figuras por encima de otras, la cosa no me gustó y lo dejé; porque no me entendía bien con algunos», explica con alguna incomodidad. De fondo, también se intuye otra razón poco aclarada por su parte: «Para mí, la fabla no era una lengua, sino un dialecto, el mío, porque yo era la única en el grupo que venía del Pirineo hoscense y la única que lo cantaba», apuntó.

Y en la conversación, entrecortada, para adelante y para atrás, aparecen nombres como los del poeta aragonés Àngel Conte («trabajábamos juntos, el hacía las letras en fabla y yo componía las canciones») o Salamanca («allí estudié Biología y empecé a componer en castellano»). Tiempos que quedaron atrás cuando decidió instalarse en la isla. En su etapa ibicenca, al principio Pilar dejó de cantar. «Estuve un tiempo de hippy, haciendo mis muñecas de artesanía y vendiéndolas en es Canar y otros mercadillos, y luego volví a la música, pero ya sin componer y cantando un poco de todo, siempre que la letra me enganchara», recordó.