La actividad humana altera, desequilibra e impacta negativamente la biodiversidad y el conjunto de la naturaleza. La incapacidad de gestionar bien nuestros residuos causa problemas graves a la fauna, especialmente a la más cercana. Un buen ejemplo de ello son las tortugas marinas.

Los datos de la Fundació Palma Aquarium son significativos. Es el centro oficial de recuperación de fauna marina y atiende los varamientos de tortugas marinas y cetáceos en Mallorca, coordinando también los equipos de Eivissa, Formentera y Menorca.

Antònia Solomando, investigadora del centro, explica que «entre 2019 y 2024 han llegado a Balears 435 ejemplares varados de tortuga marina, de los que 160 estaban vivos y pasaron a nuestro centro de recuperación. En estas 160 tortugas vivas se monitorizaron sus excrementos para controlar la presencia de plásticos». Así, solo en 2023 pasaron por el centro de recuperación 31 tortugas marinas vivas de las que, señala Solomando, «18 ejemplares, es decir, el 58 % excretaron plásticos durante su estancia. Entre todas ellas expulsaron 116 plásticos, pero sólo una de ellas excretó 35». Esta tortuga pesaba 13 kilos, fue hallada en el Canal de Mallorca –entre Mallorca y las Pitiüses– y presentaba además un enmallamiento en su aleta anterior derecha».

El ejemplo expuesto por Solomando demuestra hasta qué punto la actividad humana incontrolada, contaminadora e impactante puede perjudicar la vida de las especies salvajes. Esa tortuga no sólo expulsó de su cuerpo decenas de plásticos, sino que se vio enmallada por una red de pesca abandonada y, evidentemente, mal gestionada. En definitiva, los seres humanos complican mucho más la supervivencia a unas especies que ya no lo tienen fácil de manera natural.

En cuanto a las tortugas marinas halladas muertas en 2023, Palma Aquarium analizó el contenido digestivo de 16 ejemplares varados en Balears y en 10 de ellos se encontraron fragmentos de plástico en su sistema digestivo, lo que supone un 62,5 %. No se trata únicamente de plásticos ingeridos por las tortugas. Antònia Solomando indica que «también nos encontramos con el problema de los enmallamientos, es decir, quedar atrapadas por artes de pesca. De las 435 tortugas marinas varadas, en 176 de ellas la causa de su situación fue el enmallamiento, un 40 %. En 67 de ellos, el 38 %, fue necesario practicar la amputación de alguna aleta afectada».

En definitiva, a la ingestión de plásticos y los enmallamientos se añade el daño de perder una aleta por el efecto de estos últimos, lo que dificultará un desarrollo normal de la vida de la tortuga afectada.

Antònia Solomando acaba de doctorarse en Biología Marina en la UIB con la tesis Evaluación de la incidencia y el impacto de los plásticos en la fauna del Mar Balear (original en inglés). Solomando ha estudiado, en los últimos cinco años, el impacto de los plásticos no sólo en las tortugas marinas, sino desde pequeños invertebrados hasta la megafauna, centrándose en peces de valor comercial (serviola y dorada), cetáceos (delfines y ballenas) y las propias tortugas.

En la tesis, la investigadora señala que «la ingestión puede abarcar micro y macroplásticos, y la hemos confirmado, a lo largo de cinco años, en el 70 % de las tortugas marinas, el 10 % de los cetáceos y el 98 % de las serviolas, por lo que, en este último caso, ya nos encontramos ante un problema que puede afectar directamente a la salud humana, teniendo en cuenta que las serviolas utilizadas en el estudio fueron capturadas en diferentes localizaciones». «Siendo migratorias –añade–, no ha habido diferencia en cuanto a la ingesta de microplásticos en un punto u otro. En cuanto a los enmallamientos, los hemos encontrado en el 7 % de los cetáceos, con algún caso de aletas mutiladas a posteriori».

Para Antònia Solomando, «el problema de los plásticos en el Mediterráneo es muy grave, pero también encontramos metales pesados, contaminantes orgánicos o DDT, un plaguicida prohibido hace 15 años, pero que todavía persiste. El plástico añade otros dos problemas: por un lado, libera sus aditivos, pero, por el otro, adhiere los metales pesados y el DDT. Por tanto, la ingesta de plásticos por parte de los peces puede resultar muy tóxica en toda la cadena trófica y, evidentemente, llegar al ser humano».