Para muchos ver gente con mascarilla vuelve a ser una imagen sorprendente. Lejos quedan los meses en los que hasta en pleno agosto era obligatorio taparse el rostro para caminar por la calle o para comprar el pan. Pese a esa aparente lejanía -este mes de abril se cumple un año del fin de la obligatoriedad de la mascarilla en interiores-, aún quedan visibles reductos de la pandemia. Es el caso de las farmacias y centros sanitarios: los únicos establecimientos en los que la mascarilla aún es obligatoria por ley...aunque puede que por poco tiempo.
Fernando Simón, director del Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias del Ministerio, dejó caer este lunes que «pronto» se retirarían de las farmacias, mientras que en los centros sanitarios «tampoco estaría de más mantenerlo», consideró. Desde el Colegio de Farmacéuticos de Balears aseguran que acatarán «los parámetros y las indicaciones de las autoridades sanitarias», aunque piden prudencia: «Todavía se ha de ir con cuidado, porque, aunque la situación no es la del año pasado se ha de ir con cuidado en las farmacias, porque es el principal punto al que acuden los ciudadanos con sospechas de contagio». Pese a una eventual fin de la obligatoriedad de la mascarilla en farmacias, desde el Colegio destacan que seguirán en pie el resto de medidas de precaución como las mamparas o la higiene de manos. Desde detrás del mostrador, la opinión difiere.
José Miguel Espallargas, auxiliar de Farmacia en Palma, defiende que la mascarilla «fue en su momento una medida muy necesaria», pero ahora, dada la gripalización del coronavirus, la ve innecesaria: «En otros momentos de la pandemia, las farmacias fuimos muy estrictas con las medidas de prevención, pero ahora no lo veo tan necesario; el virus ha mutado y da lugar a formas de contagio mucho más leves». En la misma línea, e incluso más contundente, se muestra su compañera Gloria Rodríguez: «Me parece que quitarla es algo más que necesario ya. No hace ninguna falta. La gente que viene aquí sale de la farmacia, se quita la mascarilla y se meten en el supermercado o en el autobús, llenos de gente. No tiene sentido que en el único sitio que se exija sea aquí». En la práctica, muchas farmacias son bastante laxas con la obligatoriedad de la medida y desde hace mes4es dejan pasar a clientes con el rostro descubierto. En lo personal, Gloria Rodríguez cuenta los días para quitarse la mascarilla y poder trabajar, al fin, como en la época prepandemia: . Otros, como Espallargas, ya la consideran, tras más de tres años, un elemento más de su indumentaria de trabajo.
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