Esta entrevista tiene como objetivo hacer balance.
—Haría balance de cada una de mis dos etapas. En la primera, entre 1995 y 2003, creamos estructura y una cierta regulación de personal, sobre todo del profesorado. Pusimos en marcha la Sindicatura de Greuges, la Fundació Universitat-Empresa, las sedes de Menorca y Pitiüses -activando las primeras tecnologías de la comunicación- y con la Universíada construimos las instalaciones deportivas. En la etapa 2013-2021, muy condicionada al principio por el fallecimiento de la rectora Montserrat Casas, la UIB ya estaba plenamente en marcha, pero llegaron la crisis y los recortes. Intentamos establizar todo el personal que trabaja en la UIB.
Crisis, recortes y en 2014 congelan los precios de las matrículas.
—No sólo están congelados desde 2014, sino que hace dos años rebajamos los precios un 10 % para las matrículas de grado y un 15 % para las de másters profesionalizados, además de habilitar ayudas a los estudiantes con más dificultades económicas. También nos encontramos que sólo podíamos sustituir al 10 % del personal jubilado. Ahora ya hemos recuperado el 100 %, pero esa situación inicial nos obligó a recurrir a más profesores asociados.
Siempre se queja de que la transferencia nominativa del Govern no iguala el capítulo de personal.
—El presupuesto de la UIB ha pasado de 85 millones de euros en 2014 a 115 millones en 2021, un incremento del 35 %. Hay que reconocer el esfuerzo del Govern en ir recuperando la financiación de la UIB, pero, efectivamente, la transferencia nominativa no iguala el capítulo de personal. Concretamente, la transferencia es de 74,51 millones de euros y gastamos en personal 75,74 millones. Hay más de un millón de euros de diferencia, pero en 2013 la diferencia era de 5 millones. El recorte iniciado en 2011 fue bestial, sangrante, pero ha habido una recuperación progresiva. Espero que en un corto plazo ambos conceptos se igualen.
¿Es la UIB una unversidad infrafinanciada?
—Es una universidad infrafinanciada. Por ello hablo del milagro de la UIB. Teniendo una financiación por debajo de la media española, ofrecemos unos resultados superiores a la misma media. La consecuencia es que, siendo una universidad joven y pequeña, estamos entre las 500 primeras del ranking de Shanghai, superando a otras con unos recursos mayores. Y además hemos implantado los grados de Medicina y Dirección Hotelera.
Había otros grados previstos.
—Sí. Farmacia y Ciencias de la Actividad Física y el Deporte. Siguen su proceso. Estamos preparando los grados de Inteligencia Artificial y de Bellas Artes –este último a cargo de la escuela universitaria adscrita Adema–, y un máster de Edificación. Los grados de Farmacia y Ciencias de la Actividad Física ya deberían ser una realidad, pero las cuestiones presupuestarias y la COVID lo han impedido, pero, repito, siguen su proceso.
La nueva residencia de estudiantes es otra asignatura pendiente.
—Más que una necesidad de la UIB, la nueva residencia es una necesidad social, teniendo en cuenta que tenemos una lista de espera de 150 estudiantes. Estamos estudiando la obtención de una financiación europea al 100 %.
¿Y dónde debería ubicarse la nueva residencia de estudiantes?
—En el campus, junto a la actual. Y debería tener entre 120 y 150 plazas para cubrir la lista de espera. Tenemos sólo 8 camas por cada mil estudiantes. Estamos a la cola de España, cuando hay comunidades con más de 80 camas. Necesitamos la nueva residencia tanto por el factor insular, aunque la mayor demanda recae en la Part Forana de Mallorca, y por el alto precio del alquiler en Balears.
También ha quedado pendiente la biblioteca central.
—Sí. Hay que precisar que contendría libros, pero no sería lo que entendemos como una biblioteca tradicional, sino un espacio de referencia digitalizado, con espacios para el trabajo en equipo y compartido, con recursos multimedia y el almacenamiento de toda la documentación y la producción de la actividad universitaria. También hay una petición de fondos europeos para ello.
Hablando de estudiantes, el alumnado de la UIB no crece.
—No. En 2013 eran 14.391 y en 2021 son unos 14.800. Tenemos el porcentaje más bajo de población universitaria de España. Se habla de las facilidades para encontrar trabajo en Balears, en situación de normalidad, como el factor que explica nuestra baja población universitaria, pero esa explicación no está del todo demostrada. En cualquier caso, la horquilla de universitarios en las Islas se mueve entre 14.000 y 16.000 alumnos y es difícil que salga de allí. No obstante, hay más universitarios de Balears que quieren estudiar aquí y la UIB es una de las universidades con mayor ocupación laboral de sus titulados.
¿Hemos pasado de la universidad como garantía laboral a que sea más seguro hacer un ciclo de FP?
—No diría eso. Lo importante es la formación, sea universitaria o no. Y ya que hablamos de formación profesional, creo que en el futuro habrá una mayor simbiosis y más procesos de trasvase entre la universidad y los ciclos de FP.
¿Sentirá tristeza cuando deje de ser rector?
—Más que tristeza, sentiré nostalgia. Me he sentido muy cómodo porque toda la comunidad universitaria ha tirado del carro. Estoy satisfecho de la gestión y creo que, con mis equipos, hemos dejado la UIB mejor que como la encontramos. Y quiero destacar el gran esfuerzo realizado durante la pandemia. Los resultados han sido mejor de los esperados. En poco tiempo, toda la comunidad universitaria tuvo que reinventarse y resituarse. Hemos conseguido que la pandemia no haya tenido una incidencia sobre la calidad y el rendimiento académico e investigador, pero sí tengo que reconocer que hay un cierto cansancio y agotamiento por esta situación.
¿A qué se dedicará cuando deje de ser rector?
—Impartiré dos asignaturas de segundo trimestre, recuperaré mi dedicación a la investigación y ya tengo previstas charlas y conferencias en otras universidades.
¿Su momento más difícil fue cuando surgió el caso Minerval?
—Fue un momento complicado. Además, surgió en plena campaña electoral. El caso fue resuelto judicialmente y, mientras tanto, la UIB tomó las decisiones cautelares oportunas, pero no tuvo influencia en las elecciones. De todo ello surgió un código de integridad plenamente vigente. Lo que está claro es que un hecho puntual no puede hacer daño a la imagen de toda una institución. En un colectivo tan amplio de personas, siempre pueden ocurrir estas cosas.
¿Es Jaume Carot su candidato?
—Tengo que ser neutral porque soy el presidente de la comisión electoral. Sólo pido a los candidatos que reciban la herencia, hagan lo posible por mejorarla y no hagan ningún destrozo.
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