Un premio de la Unesco, a la que usted está muy vinculado por su trayectoria investigadora y científica.
—Sí, y además ahora estoy inmerso en otro estudio de la Unesco. Se trata de los efectos del cambio climático sobre islas que son Reserva de la Biosfera: Menorca y otras islas de Corea, Mauricio, Sant Kitts y Santo Tomé y Príncipe.
¿Hay efectos del cambio climático sobre Menorca?
—Sí, el bosque de encinar está sufriendo esos efectos, sobre todo en las vertientes sur, con sustratos secos. La primera línea del encinar retrocede hacia zonas más altas y en el terreno que deja está siendo sustituido por ullastres. Las encinas son muy resistentes, pero necesitan frescor y humedad. Estamos asistiendo a una reducción de la primavera y el verano se alarga en su inicio. Las temperaturas son más altas, veraniegas, en el final de la primavera y eso tiene efectos.
¿En Mallorca está ocurriendo algo similar?
—Sí, aunque no lo tenemos tan estudiado. Estamos observando en el encinar de Mallorca un empobrecimiento del sotobosque, pero todavía no sabemos si es por una causa natural o por algún tipo de perturbación.
¿Qué especies de la flora están más amenazadas en Balears?
—Por destacar algunas protegidas por la ley, la Naufraga balearica, que es exclusiva de Mallorca. Crece en ambientes sombríos y con presencia de agua. Hemos observado que en algunas localizaciones pierde presencia. El api den Bermejo, que vive en una única localización de Menorca, en un pequeño torrente, con menos de 100 plantas. Es todo lo que hay de esta especie en todo el mundo. La orquídia de prat, en s'Albufera de Mallorca, es la única población de su especie en Europa. Luego está la Euphorbia margalidiana, en el Illot de ses Margalides, en Eivissa. Sólo vive allí. En tres islotes de Cabrera, cuatro de Cabrera y dos de Columbretes vive la Medicago citrina, un arbusto muy apetitoso para los herbívoros. Por ello ha quedado reducido a islotes pequeños.
Una situación preocupante.
—En un año de condiciones poco favorables para una especie, no pasa nada. Pero si ese año adverso se va repitiendo, entonces surgen los problemas. Por ejemplo, este año, con un invierno pasado muy seco, se ha registrado una disminución notable de la floración de orquídeas. Veremos si es un episodio aislado o si se va repitiendo. Para la investigación son importantes los procesos de evaluación, los seguimientos.
Hablando de protección de flora, ¿qué podemos decir del control de cabras?
—Hay varias sensibilidades respecto a esta cuestión, centradas por un lado en la desaparición de la flora y por el otro en el bienestar animal, y todas me parecen legítimas. Pero la cantidad de cabras en nuestras montañas es uno de los impactos más grandes sobre la vegetación. Se ha producido una explosión demográfica que ha generado un problema realmente grave. Su presencia debe reducirse a unos niveles soportables.
Uno de los objetos de sus estudios son las plantas comestibles. ¿Qué podemos decir al respecto?
—Sí, plantas comestibles y medicinales, que a veces son las mismas. En Balears tenemos plantas que son perfectamente comestibles, pero no son conocidas como tales. Ocurre un poco como con las setas.
¿Qué plantas comestibles y desconocidas podríamos destacar?
—Por poner unos ejemplos. Los ajos silvestres, conocidos como vitracs. Hay bastantes. Son muy finos, tanto crudos como cocinados. Crecen en los márgenes de caminos y torrentes. También está la verdura, que se come en Eivissa en Semana Santa, también llamada colitxo y colleja en castellano. La flor de rosella también se puede comer. El fonoll marí se come en Mallorca, pero no así en Menorca y Eivissa, o al menos no es habitual. El card de moro, que en la Península se come muchísimo, concretamente el nervio tierno de la hoja, y aquí se ignora por completo. Tampoco se come aquí la carxofa borda, cuando la parte central de la hoja es perfectamente comestible. En definitiva, en Balears hay más de 120 especies silvestres de plantas que son comestibles y habitualmente no se comen.
Será por un absoluto desconocimiento.
—Sí, y conviene conocerlas bien, porque algunas se pueden confundir con otras plantas que son tóxicas, como ocurre también con las setas. Por ejemplo, la fonollassa, cicuta en castellano, que puede confundirse con la pastanaga silvestre, y resulta que conviven juntas, una cerca de la otra. Las raíces de los albons son tóxicas, pero hay métodos para eliminar su toxicidad y entonces son comestibles, aunque nadie lo hace. El baladre, tan utilizado en jardinería, es tóxico. Y el ricino, del que se hacía el famoso aceite. Sus semillas son extremadamente tóxicas.
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