Aunque trabaja como mecánico de locomotoras, la verdadera pasión de Andrés es la jardinería: le gustan tanto las flores que su pequeño apartamento está repleto de plantas de todas las especies y formas. Cuando una empresa le ofrece un nuevo trabajo con un buen sueldo y una casa con un gran jardín, Andrés lo acepta sin pensárselo dos veces, sin saber que quizás está poniendo en peligro cosas más importantes que su afición o su trabajo... www.cuentodeluz.com/la-sorpresa-del-jardinero.html | Youtube: Cuento de Luz SL

Hola niñas y niños seguro que estos días estáis oyendo la palabra "guerra" por todas partes. Es una palabreja sucia, fea, difícil de pronunciar, por todo lo que representa. Nos recuerda al miedo, a las armas, a las bombas, a la violencia. Todo lo que no nos gusta, todo lo que no queremos que nos pase nunca. Por eso, tenemos que LEER, APRENDER, en definitiva, SER MEJORES SERES HUMANOS.

Hace un tiempo, en una lejana ciudad, vivía Andrés, un mecánico que reparaba viejos trenes de mercancías. Andrés no solo era mecánico. También les gustaban las flores, las plantas, los árboles. Era jardinero a medias. Se maravillaba con los colores y las formas. Además se conocía de memoria todos los nombres y las especies del mundo natural.

Os digo que era un jardinero a medias porque vivía en un pisito muy pequeño, en un cuarto piso, y no tenía ni balcón ni terraza. Por eso le resultaba bastante complicado hacer surcos en la tierra, colocar las semillas y regarlas hasta que nacieran los primeros brotes. Aun así, cómo era su pasión, su afición, su pasatiempo, cada día dedicaba unas horas a cuidar de las flores que crecían en las macetas colocadas en el pequeño salón de su casa. Bueno, no solo en el salón... Las plantas se habían instalado en la cocina, en el pasillo, en las habitaciones....hasta en los cajones abiertos. Andrés, su mujer y sus hijos soñaban con amplias extensiones de tierra fértil. Tierra negra y húmeda que mirara al cielo esperando una lluvia de semillas. Aunque estaban acostumbrados, todavía les resultaba un tanto incómodo eso de cepillarse los dientes con un rosal de la China creciendo en el baño.

Andrés era un mecánico capaz de resucitar cualquier locomotora destinada a convertirse en chatarra. Los trenes le daban mucho trabajo. Mientras reparaba piezas averiadas, imaginaba que esos trenes viajaban cargados de lirios y azucenas. Su imaginación le llevaba a inventar nombres cómicos a los nombres científicos de las plantas " Calendula officinalis" sería "Calendula oficinista". Sonreía pensando en una brillante caléndula detrás de un escritorio.

Un día una gran empresa le ofreció un buen puesto de trabajo, además de una casa con un gran jardín... Y aceptó sin pensárselo dos veces.

La primera sorpresa no tardó en llegar. Ya no entregaría sus horas a los trenes y esqueletos de locomotoras. Ahora se dedicaría a los aviones. El cambio no le gustó pero trató de convencerse a sí mismo: "En realidad son conjuntos de tornillos, hierro y paciencia. No importa demasiado la forma". Andrés empezó a imaginar su taller lleno de azucenas, lirios y caléndulas. Caléndulas oficinistas, claveles barbudos, claveles con plumas...

La segunda sorpresa fue aún mayor. Los aviones que iba a tener que reparar eran aviones de guerra. Tenía que colocar bombas en los aviones que partían para la guerra. Una guerra entre países lejanos. Unos países cuyos nombres apenas podía pronunciar. Entonces se dió cuenta de que sus manos debían preparar aviones que lanzaban bombas sobre campos y bosques. Pero también sobre ciudades, pueblos, edificios, escuelas, personas y vidas.

La tercera sorpresa decidió darla él. Empezó a mostrarse alegre y entusiasta. Se esmeraba en aprender cada paso del proceso de montaje, cada circuito eléctrico que daba la orden de lanzamiento. Trabajaba día y noche, noche y día, sin apenas descansar. ¿Os imagináis cuál será la sorpresa que estaba preparando Andrés? ¿La tercera sorpresa será la mejor? ¿Quereis saber el lio que organizó este jardinero a medias?

Andrés, mecánico y jardinero a la vez, se convertirá en símbolo de paz, gracias a un gesto esperanzador y valiente. Todo el mundo se llevará una gran sorpresa.