La educación tradicional se ha centrado principalmente en transmitir conocimientos a los estudiantes, pero la realidad actual requiere que los alumnos desarrollen habilidades más allá de la simple adquisición de información. Por ello, hay una creciente necesidad de una educación más competencial que ponga el foco en el desarrollo de habilidades y competencias para poder afrontar los desafíos y retos del mundo real. Estas habilidades incluyen pensamiento crítico, resolución de problemas, capacidad de emprender, trabajo en equipo, creatividad, comunicación efectiva, liderazgo, toma de decisiones, flexibilidad y adaptabilidad.
Adicionalmente, una educación competencial requiere aprender a aplicar estos conocimientos y habilidades tanto en situaciones cotidianas como en el mundo laboral, debiendo también ayudar a los alumnos a desarrollar habilidades para el aprendizaje continuo. Los estudiantes necesitan aprender cómo aprender, lo que significa que deben desarrollar habilidades para investigar, analizar y sintetizar información, lo que les permitirá mantenerse actualizados en un mundo cambiante.
Por todo ello, en Europa se está proponiendo un cambio radical del modelo educativo hacia un modelo más competencial, donde ya no es tanto lo que sé sino cómo lo sé hacer. Esto ha supuesto en España la aprobación de la octava ley educativa de la democracia (lo que es una barbaridad), y que como viene siendo habitual nació sin el debido consenso. La LOMLOE, Ley Orgánica de Modificación de la Ley de Educación, ha generado un amplio debate en la sociedad española desde su aprobación en diciembre de 2020, y si bien esta ley ha sido ampliamente criticada desde diversos sectores por algunas de sus propuestas, es también cierto que incorpora medidas para mejorar la calidad educativa, como la formación continua del profesorado, la promoción de la educación digital, el desarrollo sostenible y la evaluación del sistema educativo, además de reconocer la importancia de la educación en valores como la igualdad, el respeto, la tolerancia y la diversidad, lo que contribuye a la formación de ciudadanos críticos y comprometidos con la sociedad.
Otras propuestas de esta nueva ley, implican una mayor apuesta hacia la tecnología, la digitalización y el emprendimiento, lo que permite a los alumnos desarrollar habilidades empresariales y de liderazgo, aparte de potenciar la iniciativa y el espíritu creativo.
Sin embargo, debemos seguir trabajando para acercar todavía más la educación al mundo laboral y para preparar debidamente a nuestros alumnos para su futuro profesional. Los programas de prácticas en empresas, la formación en habilidades profesionales, la colaboración entre empresas y centros educativos, la información sobre el mercado laboral y el fomento del emprendimiento son algunas estrategias efectivas para lograrlo. Además, se debe ofrecer formación en habilidades como la comunicación, el trabajo en equipo, la resolución de problemas, la creatividad y la gestión del tiempo, habilidades muy valoradas por los empleadores y que pueden marcar la diferencia a la hora de conseguir un trabajo.
En resumen, es importante que los centros educativos trabajen en conjunto con las empresas y otros actores del mercado laboral para garantizar una educación más competencial en la que los jóvenes estén mejor preparados para enfrentar los desafíos reales del mundo laboral.l