Fue la segunda victoria consecutiva en los Campos Elíseos del germano del Shimano y la cuarta en esta edición del Tour, lo que le hace empatar en triunfos parciales con Nibali.
Conocer el ganador de la etapa, lanzada en Évry por el primer ministro francés, Manuel Valls, que fue alcalde de esa localidad, era el único aliciente de la jornada.
Kittel, que suma ya ocho victorias en la ronda gala, se impuso en un cerrado esprint al noruego Alexander Kristoff, del Katusha, y al lituano Ramunas Navardauskas, del Garmin, vencedor hace dos días en Bergerac.
Con este triunfo, Kittel se consolida como el mejor esprinter de la edición, tras haber conseguido tres victorias en las cuatro primeras etapas.
A partir de ese momento, quedó oculto y no disputó el resto de las llegadas masivas, en las que ganaron su compatriota André Greipel y Kristoff en dos ocasiones.
Pero los focos estaban puestos en el maillot amarillo de Vincenzo Nibali, de 29 años, quien 16 años después toma el relevo del malogrado Marco Pantani, ganador en 1998.
El dominador del Tour fue aclamado en el podio acompañado por los dos franceses que han llenado de orgullo a todo un país: el veterano Jean Christophe Peraud, de 37 años, y el mejor joven de la carrera, Thibaut Pinot, de 24.
El susto del día lo protagonizó Péraud, que sufrió una caída en el circuito de los Campos Elíseos, aunque finalmente no tuvo graves consecuencias y entró en el pelotón.
El español Alejandro Valverde, cuarto, se quedó sin foto. Desaprovechó la última oportunidad como jefe absoluto del Movistar de lograr un puesto de honor, que se le ha resistido desde su debut en 2005. Si vuelve, deberá afrontar otras funciones, al servicio del colombiano Nairo Quintana.
Un síntoma de las arrugas que afectan al ciclismo español, que no ofrece brotes verdes. El propio Valverde, Purito Rodríguez o Alberto Contador, bien pasados los 30, miran atrás y no encuentran manos para tomar el testigo. Los ciclistas españoles se han ido de vacío. La última etapa en el Tour la ganó precisamente Valverde, en 2012.
El siguiente español en la general es Haimar Zubeldia (Trek), de 37 años, octavo.
El Tour de las caídas termina con alguna incógnita, pero no discute el triunfo de Nibali, el hombre tranquilo y ambicioso que ha hecho honor a su sobrenombre. ¿Qué hubiera pasado si hubieran estado en carrera Froome y Contador?. ¿Hubiera demostrado el italiano su salto de calidad con sus máximos rivales en la carretera?.
Son temas de debate, pero los hechos han sido claros. Nibali brilló en los momentos clave, con cuatro victorias de etapa, lo que no había conseguido ningún campeón desde el triunfo de Fignon en 1984.
Ganó la «miniclásica» de Sheffield, dio una lección a Contador en el pavés, el día que se retiró Froome, y luego alzó los brazos en Los Vosgos, Alpes y Pirineos.
Un triunfo incontestable. Un salto lógico en una evolución que empezó con la Vuelta 2010, continuó con la 'maglia' rosa del Giro 2013 y consagrada con el Tour 2014. «Nibali no es Pantani», dice su director, Giuseppe Martinelli. «El Pirata» se hundió física y mentalmente cuando ganó el Tour, Nibali ha logrado el equilibrio necesario para seguir su evolución», asegura.
La fiesta del podio se completó con el polaco Rafal Majka (Tinkoff) como dueño del jersey de puntos rojos de rey de la montaña, el eslovaco Peter Sagan con el maillot verde de la regularidad por tercer año consecutivo y Thibaut Pinot con la camiseta blanca de mejor joven. Por equipos, sobresalió el Ag2r de Peraud.
Dentro de un año el Tour saldrá de Utrech (Holanda). El Tour mira al frente con ilusión. Volverá el colombiano Nairo Quintana, así como Froome, Contador y Nibali. Tratarán de rebelarse de nuevo los Peraud, Pinot y Bardet, los dos últimos el futuro del ciclismo galo. Si las caídas lo respetan, ese Tour promete la emoción que no ha tenido este año.
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