El centrocampista del RCD Mallorca, Borja Valero, disputa el balón con el centrocampista del Rayo Vallecano, Àngel Martínez. | MONTSERRAT T DIEZ
La Copa es la competición del Mallorca. El equipo balear, que históricamente ha aprovechado el trofeo como una plataforma para reivindicarse, se siente a gusto sobre el escenario de la competición y es capaz de multiplicarse ante las dificultades. Anoche, con el tiempo en contra y el Rayo encañonándole, firmó otra actuación llena de romanticismo y tramitó su candidatura a pelear por el título. La escuadra rojilla, que cruzó el ecuador del segundo asalto con el agua al cuello, se rebeló en un segundo tiempo de fábula y evitó una tragedia que sobrevoló durante muchos minutos el cielo de Son Moix. La entrada de los pesos pesados, la calidad de Víctor y un remate épico de Mario completaron el papeleo de acceso a cuartos. El Getafe, verdugo hace dos años, ya está a la vuelta de la esquina (3-1).
No pintaba bien la noche para el Mallorca. El temporal de viento y lluvia que sacudió a Ciutat despobló las gradas del estadio (el club permitió que los aficionados se refugiaran en la tribuna cubierta) y complicó en todo momento un partido con aspecto de ratonera. Curiosamente, la primera trampa la colocó el propio técnico del Mallorca, que en lugar de apoyarse de inicio por el once de la Liga dejó en el banquillo a siete titulares. De entrada el equipo apenas notó los cambios, pero el paso de los minutos fue descubriendo las carencias de algunos futbolistas y hubo que rectificar sobre la marcha para evitar el descalabro.
El Mallorca, en cualquier caso, abrió el enfrentamiento sin prisas. Con muy poco esfuerzo, los bermellones descubrieron enseguida que la defensa rayista era de papel y fabricaron una serie de ocasiones que alimentaban el sueño de la remontada. Sin lanzar ni una sola vez entre los palos, el grupo isleño demostró que estaba un par de escalones por encima de su oponente. Además, Borja asumía la responsabilidad en todas las operaciones y gestionaba el juego a su gusto. Sin embargo, la demora en el gol empezó a congelarlo todo y los franjirrojos respiraron aliviados. Tanto, que sacaron fuerzas para lanzar un contragolpe en el primer epílogo del primer tiempo y le metieron el miedo en el cuerpo a todo el mallorquinismo. Piti, bien asistido por Pachón, acribilló a Lux con un remate mordido y abrió la puerta de las pesadillas (minuto 45).
El Mallorca temblaba. El Rayo le había herido de gravedad en su única aproximación al área y estaba obligado a hacer algo, a cambiar el rumbo de manera radical. Manzano entendió su error inicial y no se la jugó. Retiró del campo a Varela y Keita y lanzó a la arena a Castro y Aduriz. Más allá de eso, todo el equipo se apretó el cinturón y volvió al campo mordiendo. Cualquier retraso, por pequeño que fuera, hubiera tenido un efecto devastador.
Antes de que la psicosis le calara de lleno, el cuadro balear encontró auxilio en la cabeza de Víctor. Pezzolano peinó un saque de esquina impulsado por Borja y el de Algaida, sin compañía en el segundo palo, lo mandó al fondo del marco de Dani. La remontada iba cogiendo forma (minuto 50). El Mallorca, con muy buen criterio, no levantó el pie y siguió presionando hasta que equilibró la eliminatoria. Volvió a ser por medio de Casadesús, aunque en esta ocasión con un disparo a quemarropa que redondeaba un envío de Corrales. La fiesta estaba a punto (minuto 62).
En su intento por esquivar la prórroga, el Mallorca dejó muchos espacios y de no ser por la torpeza de Pachón se hubiera metido en un laberinto. Pero el equipo aguantó la presión y Mario, que estaba en posición incorrecta, aprovechó que el balón tocó en un rival para despachar la eliminatoria. La Copa sigue llena.
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