Tal como relató ayer, este amante de las dos ruedas empezó a «colaborar con la federación japonesa de ciclismo a principios de 2016». «Tras darle muchas vueltas con mi pareja, decidimos lanzarnos a la aventura y mudarnos a Japón en enero de 2018», continuó. Torres tiene contrato hasta 2021 y su función de cara a los Juegos de Tokio era el de «montar un centro de entrenamiento para acelerar la preparación de la selección japonesa de ciclismo en pista y así aumentar la probabilidad de medallas».
Su llegada a tierras niponas fue casi por causalidad: «En 2015 coincidí con una entrenadora japonesa en el Centro Mundial de Ciclismo, donde colaboré en la preparación de sus ciclistas para los Mundiales de pista júnior de ese año. Tras los buenos resultados, me invitaron a visitar el país y hacer un análisis de la situación de cara a los Juegos de Río 2016. Después de esa primera visita me pidieron que les presentara un proyecto para acelerar el rendimiento del equipo japonés con objetivo Tokio 2020. Les convenció y me pidieron que lo liderara. Así es cómo acabé en Japón».
Sobre la vida allí, comentó que es «muy especial». «Es un país muy bonito, con muchas tradiciones interesantes y con gente supereducada y atenta. Vivimos en un pueblecito cerca del velódromo olímpico, donde la comunidad nos ha acogido con los brazos abiertos desde el primer día».
Con todo, reconoce que echa de menos su isla: «De Ibiza echo de menos todo: el tiempo, los amigos, la comida y, sobre todo, no poder pasar más tiempo con la familia. Tengo mucha suerte de tener una familia encantadora y que me ha apoyado en todo desde el inicio. Soy consciente de la suerte que tengo. Por eso es una pena no poder pasar más tiempo con ellos».
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