Desde que asumiera el mando del banquillo blanco, Mario Ormaechea ha tenido que luchar contra los elementos arrastrando una especie de maldición que le persigue desde su etapa en el San Rafael. Nadie encuentra una explicación convincente acerca de la inusual cantidad de lesionados de larga duración que asola sus plantillas. Es un estigma que le acompaña desde hace tres temporadas. Y aunque esta lacra no ha restado competitividad a sus equipos, supone para el catalán un motivo de alarmante preocupación.
El pasado ejercicio lidió con las bajas de futbolistas importantes como Carvajal, Da Silva, Ausin, De Pablos o Berto Suárez, entre otros muchos. Los cromos han cambiado esta temporada, pero no el castigo físico que sufre el equipo de la Villa del Río.
Uno de los fichajes más interesantes del pasado verano, el extremo sevillano Dani Casado, espera fecha para someterse a una operación de rodilla, la principal causa de convalecencia en el vestuario de la Peña. También recayó de sus dolencias en la articulación el defensa Javi Escandell, posiblemente el mejor jugador del desaparecido Atlético Isleño. El pivote Jonathan Newman no acaba de superar los problemas físicos que arrastra desde hace más de dos campañas. Tampoco Pepe Grimaldo ha tenido continuidad. Y por si fuera poco, dos portentos físicos como Fofi y Pau Pomar han sufrido las represalias de esta especie de condena que acosa a Ormaechea. El mallorquín, en concreto, deberá guardar reposo durante más de dos meses por un desafortunado golpe en el dedo gordo del pie. El andaluz, por su parte, podría tener hoy sus primeros minutos tras semanas de ausencia.
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