Juan José Albuixech (Barcelona, 18-08-1962), delegado de la Federación Catalana de Kick-Boxing y director técnico de la Escuela de Tecnificación, ofreció este fin de semana un curso de mejora deportiva en las instalaciones del club Budoka. Además, hizo de ojeador de cara al próximo Campeonato del Mundo infantil, por lo que vio en primera persona a los cinco preseleccionados ibicencos para el combinado nacional, a los que ayudó a pulir su técnica. Albuixech, autor de varios libros sobre este deporte, niega rotundamente que el kick-boxing sea violento y lo ubica por encima de cualquier arte marcial.
-¿A qué altura está el kick-boxing ibicenco?
-Está a un nivel internacional. Por eso estoy aquí.
-¿Cómo se metió en este mundillo?
-Soy de los pioneros del kick-boxing en España. Llevo 30 años en el tema y he escrito varios libros. Ahora tengo el borrador del cuarto. Entré en este deporte porque es apasionante, espectacular y engancha a toda la gente.
-¿Cómo se convence a los padres para que sus hijos practiquen kick-boxing?
-En realidad no hay que convencer a nadie, porque son los propios luchadores los que vienen. No hay que buscar la clientela. El kick-boxing es conocido en todos los sitios. Sale en Eurosport, en las películas de Van Damme... Es superconocido y está desbancando a las artes marciales.
-No debe ser fácil captar adeptos habida cuenta de que muchos lo tachan de deporte violento.
-No es un deporte violento. Lo que sí es violento es el profesionalismo del kick-boxing, pero el de base no lo es. ¿El montañismo, el ciclismo y el motociclismo son violentos? La gente se mata. ¿Cómo los convences de que no vayan a 200 por hora? Empiezan con los karts, las motitos... El deporte base no es violento. La definición de kick-boxing no habla de dos señores con guantes que se pegan. Se subdivide en categorías: no contact, semi contact, light contact, full contact, kic-boxing, muay thai... Hay muchas vertientes y la gente sólo ve lo profesional, pero, al igual que el atletismo, no es lo mismo la prueba de los 100 metros que la de 5.000.
-¿Qué tipo de kick-boxing enseña a los más jóvenes?
-Uno enfocado a disfrutar, coger coordinación y psicomotricidad. Yo lo vendo como el ajedrez rápido. Te doy un problema y tienes que resolverlo. Tienes que ser rápido. Recibes una patada, una técnica o un barrido y has de resolver cómo esquivar, dar un paso lateral o taparte en el menor tiempo posible.
-¿Qué le aporta este deporte a su vida?
-Todo. Aposté por él cuando la gente no creía en él. Yo empecé haciendo karate y kung-fu. En los años 80, por medio de Dominique Valera, empezó a difundirse el kick-boxing. Era una forma de unificar las artes marciales en un deporte que no separaba las reglas. Todos pegan patadas. Es interesante, porque no crea división como los demás. Todos vamos a una. Pensé que podría ser una forma de unificar todos los 'partidos políticos'. Yo daba cinco clases al día de karate y una de full. Luego, con el tiempo, se niveló la balanza y, ahora, sólo hago kick-boxing.
-¿Por qué ha dejado de lado el karate y el kung fu?
-Yo creo que los occidentales, aunque nos atraiga lo oriental, el misticismo, el budismo y la respiración, somos occidentales. No nos sentamos de rodillas, porque nos duelen. Vivimos en una sociedad con prisas y buscamos algo con resultados a corto plazo. El kick-boxing va al grano. No tiene katas ni movimientos de adorno. Esto es eficaz y está comprobado en el ring. Mucha gente viene y me dice que quiere algo práctico, saber defenderse un poquito en un año y no estar hablando en japonés, sentándose, aprendiendo katas y en silencio. Respeto a quienes prefieren algo más tradicional, pero la gente quiero algo práctico: el kick-boxing. Las artes marciales están en un nivel un poco más bajo y el kick-boxing las está desbancando. No es una teoría. Es un hecho.
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