Borja Valero transoforma el penalti cometido por Moisés a Rubén, que a la postre supuso el 1-1 definitivo, durante el encuentro disputado ayer en el estadio Cornellà- El Prat. | Alejandro Sepúlveda

ESPAÑOL 1

MALLORCA 1

Espanyol: Cristian, Chica, Moisés, Víctor Ruiz, D. García, Baena, J. Márquez, Luis García, Verdú, Callejón y Osvaldo.

Mallorca: Aouate, Josemi, Ramis, Rubén, Corrales, M. Suárez, Borja, Varela, Castro, Pezzolano y Keita.

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Cambios:
Iván Alonso por Verdú (min. 69)
Marqués por Osvaldo (min. 69)
Jordi Amat por Moisés (min. 82)
Sergi Enrich por Varela (min. 67)
Bruno China por Pezzolano (min. 75)
Mattioni por Borja (min. 89)

Àrbitro: Rubinos Pérez, del Colegio madrileño. Amonestó a Moisés, Víctor Ruiz, Javi Márquez, Moisés, Borja, Varela, Corrales y Mario Suárez.

Goles
1-0, min. 48: Osvaldo.
1-1, min. 79: Borja Valero (pen.)

Incidencias: Partido correspondiente a la decimonovena jornada de Liga disputado en el estadio RCDE de Cornella-El Prat ante 26.210 espectadores. Antes del encuentro, Ander Mirambell, que participará en los Juegos Olímpicos de Vancouver, recibió el saludo de la afición blanquiazul.

Si hay algo que distinga a la última actualización del Mallorca es su capacidad de supervivencia. El conjunto balear, que desfiló por Cornellà aireando lagunas importantes, acabó renovando su crédito después de conquistar un punto con olor a victoria. Los isleños, muy alejados de nuevo de esos argumentos que muestran en casa, resistieron al ímpetu desbocado del Espanyol y se engancharon a un polémico penalti para mantener su estancia en los puestos de Champions. La seguridad de Aouate en los momentos críticos y el acierto de Borja evitaron una derrota cantada y le inyectaron al grupo una dosis de moral que tendrá un valor altísimo en la Copa. Se trata, sin duda alguna, del mejor inicio posible a una semana que marcará el rumbo del proyecto (1-1).
Antes de que empezara la acción, Manzano ya había subrayado que el partido más importante de estos días se jugará el jueves en Getafe. El técnico jienense, al contrario de lo que había previsto, construyó un once extraño, plagado de futbolistas sin apenas recorrido en la Liga. Se quitó de encima a tipos de peso como Nunes, Martí o Julio Àlvarez y rellenó los huecos abiertos con Rubén, Pezzolano y Varela. El resultado, al menos en la primera mitad, fue un equipo demasiado plano y poco cuidadoso en el juego. Ordenado atrás, sí, pero sin una sola conexión de cintura para arriba.
Recostado sobre esa propuesta, el conjunto isleño vivió casi todo el primer acto en su campo. El Espanyol gestionaba la posesión y el Mallorca cogía carrerila para salir al contragolpe. Pese a todo, los locales eran incapaces de romper hielo. Ramis y Rubén expusieron su mejor versión en ese tramo del combate y protegieron en todo momento los alrededores de Aouate, que apenas tuvo que entrar en acción. Sin embargo, los pericos tampoco tenían que despeinarse en defensa. Varela seguía en su línea, Pezzolano no encontraba su sitio y Keita tenía que descender hasta el círculo central para atrapar un balón en condiciones. La única esperanza rojilla estaba en la clarividencia de Borja y en la velocidad de Castro, aunque el uruguayo tenía por delante una pared. Un remate blandito y una falta intoxicada por Valero condensaron la aportación en ataque de un Mallorca tímido y arrugado.
Ya en la segunda parte, los bermellones sufrieron un colapso similar al del pasado miércoles en Son Moix y recibieron los mordiscos de un Espanyol con los ojos inyectados en sangre. El cuadro de Pochettino inclinó el campo hacia la puerta de Aouate y aprovechó la falta de tensión para fabricar un puñado de ocasiones. Y tan efectiva resultó su cadena de montaje que a los cuatro minutos de la reanudación ya habían abierto una brecha. Luis García penetró por una de las orillas, Ramis patinó y, tras impactar en Rubén, el balón cayó a los pies de Osvaldo, que acribilló a Aouate.
El tanto acabó de nublarle la vista al Mallorca, que cayó en una depresión que parecía definitiva. Durante los minutos siguientes al hachazo de Osvaldo, el Espanyol inició un fusilamiento colectivo del que escapó vivo de milagro. Un cabezazo de Verdú y una ráfaga de Callejón pusieron a prueba la solidez de los insulares, sostenidos en ese puntos por los guantes de Aouate. El equipo entraba en coma y Manzano quiso detener la sangría poniendo sobre el tapete la poco pólvora que guardaba en el banco. Había llegado el momento de la cantera. Había llegado el momento de Sergi Enrich.
Los cambios suavizaron la dinámica del partido y el Espanyol, que no había explotado su momento de gloria, empezaba a diluirse. Poco a poco, los rojillos iban ganando yardas en sus proyecciones y en una de ellas rebañaron una falta frente a la frontal que Ramis estampó contra el larguero en un lanzamiento brillante. Después del vendaval, seguían habiendo vida.
El Mallorca, ya sin nada que perder, dio otro paso al frente hasta que se le abrieron las puertas del cielo. Durante un barullo en el área, Víctor Ruiz agarró a Rubén en el área y Rubinos provocó un terremoto en Cornellà al señalar un polémico penalti. Borja, un especialista en este tipo de situaciones, se sobrepuso a la presión y certificó con frialdad el empate (minuto 79).
Con la igualada en la maleta, el Mallorca sacó los dientes y empezó a jugar con la desesperación de los espanyolistas, que ya estaban totalmente desquiciados. Keita forzó al meta local a estirarse para abortar el segundo gol bermellón y provocó que el conjunto catalán reculara más todavía. Si alguien mereció marcar en ese epílogo esquizofrénico fue la escuadra de Manzano, que estuvo a punto de sellar la victoria tras un jugadón de Borja que no concretaron ni Enrich ni Keita. Al final, lo que había pasado hasta ese momento era lo de menos. El empate tenía aspecto de victoria y valía para seguir disfrutando de la música de la Champions.