No hubo compasión en la despoblada testa de Gonzalo Colsa, que en
apenas diez minutos desactivó el aparentemente impermeable
dispositivo defensivo al que se había agarrado el Mallorca con fe y
devoción. Mandó Ibagaza con suavidad un balón al área y apareció la
cabeza de Colsa, un futbolista con pasado balear que se aproximó
con rapidez al banderín de córner para extender los brazos y
festejar el empate por todo lo alto. Bastó concender unos
centímetros en el área para que la trinchera en la que se había
metido el Mallorca saltara por los aires.
Un desajuste, un error de cálculo, devaluó sustancialmente el
precioso gol de Arango y convirtió al equipo de Cúper en el peor
del torneo. Es ésta una realidad aritmética. Una verdad matemática.
Desde ayer, el colista de la Liga viste de rojo, entre otras cosas,
porque no ha ganado ni un solo partido en Son Moix. El déficit es
insostenible, aunque eefecto Cúper está patente. Tras la crudeza de
los números también aparece la mano del nuevo entrenador, que en
apenas quince días ha conseguido lavarle la cara al equipo. El
Mallorca se parece bastante a lo que persigue el hombre que ahora
porta la pizarra, pero su equipo exhibe defectos que ningún
entrenador puede disimular.
Impera un orden militar, una organización y disposición trazada
con buen pulso, incluso la agresividad del equipo ha subido mucho
puntos, pero sin velocidad el plan pierde fiabilidad. Y eso sólo se
compra. Se tiene o no se tiene. No hay nada que entrenar. Ahí está
el último ejemplo, el partido ante el Atlético. Sólo cuando Tuni
estuvo sobre el campo, el Mallorca fue capaz de montar algún
contragolpe. De hecho, casi todo el encuentro transcurrió a cámara
lenta. Con absoluto descaro, la escuadra balear entregó la posesión
del balón a su adversario desde el primer minuto. El territorio
quedó marcado.
El Mallorca esperaba, su rival desesperaba. Es probable que Son
Moix contemplara a peor Atlético de la última década, aunque es
difícil advertir si fue porque Cúper esteriliza a sus contrarios o
porque Ibagaza es imprescindible. Extremadamente convencido de su
propuesta, el conjunto local tomó posiciones y cedió los metros
justos. Ballesteros e Iván Ramis solventaron sin complicaciones la
escasa tarea con la que se encontraron y el Mallorca no tardó en
darse cuenta de que debía ser paciente. Pobló de minas el centro
del campo y la exagerada posesión de balón del Atlético acabó
adquiriendo categoría de anécdota.
El bagaje ofensivo rojiblanco quedó reducido a un inofensivo
remate de Paunovic, mientras que el Mallorca habló más alto. Logró
crear algunas situaciones de ventaja, aunque su gran botín fue
producto de una individualidad con la firma de Arango (minuto 26).
A balón parado, desde tres metros de la frontal del área, su
disparo fue colosal. Leo Franco, otro de la legión atlética que
vivió en la Isla, sólo pudo alzar la vista y observar el resultado
final de un disparo impecable (0-1).
Con ventaja en el marcador, nada alteró el guión del partido. Es
algo a lo que el Mallorca nunca prestó demasiada importancia. El
viento soplaba a favor, pero la velocidad era la misma. El Atlético
no encontraba espacios y la mejor opción volvió a ser para el
equipo de Héctor Cúper. A punto de alcanzar el epílogo del primer
tiempo, se encontró Farinós con un balón perdido cerca del área
tras un rechace de Perea y no dudó en lanzar un disparo seco y
raso, pero el balón se fue al centro y Franco lo atajó sin
dificultades. Víctima de una espesura supina, Ferrando tiró de
Ibagaza para otorgar algo de creatividad a su equipo.
Retiró a Velasco y Cúper respondió situando a Tuni en la banda
izquierda. Jesús Perera se fue al banco y Arango fue el nuevo socio
de Luis García. El movimiento fue un guiño para Tuni, que encontró
muchos metros para recorrer, aunque Perea -probablemente el mejor
central de la Liga- lo desbarató siempre todo. Disparada la cuenta
atrás, el Mallorca reculó. Probablemente demasiado. Avisó Pablo con
un remate al palo, Colsa fue más eficaz.
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