Javier Muñoz SAITAMA
Una genialidad de Ronaldo, que rodeado de contrarios acertó a conectar un tremendo punterazo a la red, aumentó la leyenda de Brasil, que disputará el domingo contra Alemania su séptima final de la Copa del Mundo. El innegable talento individual de sus hombres fue suficiente para que la tetracampeona del mundo sellara el pase a su tercera final consecutiva en un partido vibrante y de alternativas en el que Turquía dio la cara hasta rendirse al mejor oficio de su adversario.
Turquía tuvo un comienzo espectacular. Hubo que frotarse los ojos para percatarse de que Brasil no vestía de rojo, sino que eran los otomanos los que mecían el balón con soltura, rapidez y una gran verticalidad.
La movilidad y talento de Yildiray Basturk por el centro dando juego a sus compañeros fue una pesadilla para los tres centrales brasileños, que tuvieron que recurrir a las faltas para frenar al jugador del Bayer Leverkusen. Un dato sintomático de los apuros de Brasil es que el gran protagonista durante el primer cuarto de hora fue el portero Marcos, que salió con los puños para quitarle el balón a Emre y estuvo providencial al volar en un remate envenenado de cabeza de Alpay.
La voz de alarma sonó y las grandes individualidades de la «verde amarelha» salieron del letargo. Un encaje de bolillos entre Rivaldo, Ronaldo y Cafú fue neutralizado por el portero Recber a crudo disparo del capitán. Roberto Carlos penetró como un puñal por su banda izquierda, pero en ambos remató con la derecha, su pierna mala. Recber volvió a lucirse con dos lanzamientos consecutivos de Ronaldo y Rivaldo, que hizo trabajar a destajo al portero turco con otro obús. El delantero del Barcelona se quedó finalmente sin marcar, sin poder igualar la marca del francés Just Fontaine y de su compatriota Jairzinho, que anotaron en seis partidos consecutivos.
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