En los momentos clave, cuando la selección más le necesita, Raúl
siempre aparece para solucionar los problemas con esa calidad y esa
casta que sólo está al alcance de unos pocos privilegiados. En el
primer partido de España, ante Eslovenia, enderezó el rumbo del
equipo de Camacho cuando estaba a punto de concluir el primer
tiempo. Raúl deshizo el empate a cero con una genialidad. Aprovechó
un rechace, descolocó a toda la zaga eslovena con un quiebro de
cintura espectacular al borde del área y firmó el 1-0 con un
disparo muy certero. El camino del triunfo (3-1) fue mucho más
fácil para España a partir de entonces.
El miércoles, cuando España se jugaba el primer puesto del grupo
B ante Suráfrica, Raúl volvió a demostrar que es uno de los mejores
jugadores del mundo. Abrió el marcador nada más comenzar el
encuentro con un tanto de mucha picardía tras aprovechar que el
balón se le escapó de las manos al portero surafricano. Había que
estar donde estaba Raúl, en esos rincones que la mayoría nunca
pisa, para convertir en gol una jugada que parecía intrascendente.
En la segunda parte, tres minutos después de que los
«bafana-bafana» hubiesen conseguido el empate a dos goles, Raúl
acudió otra vez al rescate y selló el 3-2 definitivo con un
excelente remate de cabeza.
Pero Raúl no sólo ha aportado goles. Pelea y corre como si cada
partido fuese el último de su vida, acude a posiciones retrasadas
para organizar las ofensivas españolas, juega con criterio al
primer toque, se desmarca, abre huecos arriba a sus compañeros y,
si hace falta, es el primero en correr cincuenta metros para
defender.
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