La semifinal marcada en rojo acabó patentando el nombre de Francia
en la final. El equipo de Zidane tumbó a Portugal en un partido que
regaló un poco de todo y que agrandó la jerarquía que ha
establecido en Europa la selección gala. El partido arrojó un
ganador en el segundo acto de la prórroga y desde el punto de
penalti. Un manotazo al balón de Abel Xavier dejó sin aire a
Portugal y también recrudeció con lujo el desnivel del pulso
Zidane-Figo. Portugal casi nunca encontró las grutas que precisa su
fútbol, básicamente porque su rival desarrolló un partido casi
perfecto. Prohibió a Rui Costa entrar en contacto con el balón y lo
hizo suyo. El asedio duró hasta la prolongación (2-1).
Amsterdam dará a conocer esta noche el nombre del otro aspirante
al título. Dos estilos antagónicos, dos formas diametralmente
opuestas de jugar al fútbol chocarán frontalmente en la segunda
semifinal del torneo. La anfitriona Holanda propone ataque y mimo
con el balón; un plan sin excesivas precauciones que ha ejecutado a
la perfección en sus dos últimas funciones (Francia y
Yugoslavia).
Italia ofrece todo lo contrario. Dino Zoff ha rescatado el
catenaccio más prehistórico y puro y sus futbolistas lo han
desarrollado a la perfección durante toda la Eurocopa. Italia no ha
agradado en ningún partido, pero los ha ganado todos. Desprecia la
posesión del esférico y aguarda siempre un error del rival para
aguijonear. Es difícil llegar a entender como un discurso tan
rácano como el que maneja Zoff haya arrojado dividendos tan
excepcionales, entre otras cosas porque destroza un viejo
principio: la mejor forma para ganar es jugar bien.
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