Dos partidos después y con el final del primer trayecto a la vuelta
de la esquina, España sigue sin dar síntoma alguno de fiabilidad.
Da igual la óptica empleada en la disección. El grupo de Camacho
sólo genera inquietud y eso nunca es bueno porque mutila la
confianza. Bajo esta constante, el equipo nacional definirá esta
tarde su futuro en la Eurocopa. Huérfano de opciones al fracaso "el
único resultado que certificaría su acceso a los cuartos de final
es una victoria", España cruzará una vez más su camino con
Yugoslavia con la amenaza del despido sobre sus huesos.
Vujadin Boskov, seleccionador yugoslavo además de zorro viejo y
muchas otras cosas, ha vuelto a dejar claro que en su manual el fin
siempre justifica los medios y ha aprovechado las horas previas a
un duelo crucial para divertirse con los miedos de España. Todas
sus declaraciones "«España sólo es favorita para perder» y «Camacho
nunca puede sorprenderme»" delatan una carga considerable de viveza
y oficio, valores que ha recibido dedicando toda una vida al
fútbol, pero olvida que este tipo de asuntos siempre se liquidan
sobre el terreno de juego y que el efecto final es imprevisible. No
obstante, a un tipo como Boskov es poco probable que le preocupe
que el boomerang vuelva a sus manos. Su crédito se lo permite.
No es el caso de José Antonio Camacho. Sigue metido el de Cieza
en el laboratorio en busca de la fórmula que proyecte a un equipo
que genere algo de solvencia. Sergi personifica ahora el último
experimento del seleccionador. Aranzábal ha fracasado de forma
estrepitosa, aunque el entrenador ha necesitado ciento ochenta
minutos para detectarlo. La aparición del lateral azulgrana en el
flanco izquierdo es lo único que parece seguro. Camacho ha dejado
claro que no negocia con Guardiola "aunque también lo dejó entrever
con Molina" y los nombres de Valerón, Fran, Mendieta e Iván
Helguera alimentan todas las especulaciones.
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