Su convicción la exhibió desde el kilómetro 60 cuando integró un
cuarteto (Pronk (Rabobank), Piccoli y Calcaterra) que buscó la
cabalgada desde lejos frente a un pelotón de velocistas ansioso por
disputar la penúltima «volatta» (la última, en Turín).No hubo
acuerdo, ni colaboración o, quizá, la intensidad del grupo pudo más
que la utopía de enfrentarse al guión establecido por los
llegadores. De nuevo, González de Galdeano tentó, aunque en esta
ocasión sólo, la suerte y poderío del pelotón que le dejó marchar
consciente del numeroso kilometraje que aún le aguardaba.
El pupilo de Mínguez acumuló distancias. Un minuto, dos, cuatro
y hasta siete minutos de renta respecto a los equipos con sprinters
que reaccionaron ante la cercanía ya del circuito urbano final.
Criado en la cantera del Euskaltel, asumido el éxito de su hermano,
Igor, en la última Vuelta a España. Àlvaro destacó siempre porque
se le vio entre los primeros en las contrarrelojes. Entre los
reproches del grupo por no haber tirado con más ímpetu se impuso el
checo Jan Svorada. Hubiera sido lo lógico, que triunfara el
sprinter del Lampre al que no veremos en el Tour porque sus
organizadores decidieron no invitar a la «squadra» italiana. Pero
24 segundos antes había llegado González de Galdeano para sellar su
victoria más importante, la tercera del Vitalicio en una gran
vuelta por etapas.
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