La aquiescencia fue formalizada en una carta que la reina remitió al Consejo Privado del Reino Unido, su cuerpo de asesores personal, en la que indicó su aprobación a las nupcias de «su queridísimo nieto el príncipe Enrique Carlos Alberto David de Gales y Rachel Meghan Markle».
El consentimiento forma parte de un requerimiento legal en el Reino Unido para validar el enlace de cualquiera de las seis primeras personas en la línea de sucesión al trono.
En el caso de que la reina no hubiera consentido la unión, el príncipe Enrique podría haber seguido adelante con la boda, pero con la condición de renunciar al trono para sí y todos sus herederos.
Este requerimiento se estipuló en la Ley de Matrimonios Reales de 1772, que ordenaba que todos los descendientes del rey Jorge II, quien reinó entre 1727 y 1760, obtuvieran la aprobación del monarca antes de contraer matrimonio.
La normativa se mantuvo vigente hasta hace apenas cinco años, cuando se estableció la Ley de Sucesión de la Corona, que cambió la preferencia por primogenitura masculina de sucesión al trono por una de primogenitura absoluta o lineal.
Esa misma ley también acabó con el requerimiento de consentimiento real para el matrimonio para todos los descendientes del rey Jorge II y lo limitó a las seis primeras personas en la línea de sucesión a la Corona.
Aunque la reina podría no haber dado su consentimiento, solo lo habría hecho en el supuesto de que la primera ministra británica, Theresa May, se lo hubiera sugerido.
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