La pareja -entonces la princesa Isabel y el teniente Felipe Mountbatten- contrajo matrimonio en la Abadía de Westminster el 20 de noviembre de 1947.
En la ceremonia, la novia llevó un vestido de seda color marfil de Norman Hatnell, decorado con 10.000 perlas, cristales brillantes y una cola de cerca de 4 metros con estrellas estampadas.
Además del matrimonio más longevo, al superar en más de una década los 57 años de casados de sus antepasados Jorge III y la reina Carlota, Isabel es la monarca que más años ha gobernado en la historia del Reino Unido y Felipe es el que más tiempo ha servido como consorte.
El primer encuentro entre la Princesa y el Príncipe de Grecia tuvo lugar en 1934, cuando asistieron a la boda de la prima de Felipe, la princesa Marina de Grecia, con el tío de Isabel, el Duque de Kent.
La Reina y el Duque son primos terceros y ambos son tataranietos de la reina Victoria. La abuela materna de Felipe, la princesa Victoria de Hesse, era la nieta de la reina Victoria.
Guapo, rubio y atlético, Felipe volvió a encontrarse con una Isabel de 13 años cuando él tenía 18, durante una visita al colegio naval de Dartmouth en 1939 con los padres de ella, el rey Jorge VI y la reina Isabel. Él la divirtió saltando sobre las redes de tenis.
Según reveló Marion Crawford, la institutriz de Isabel, la princesa estaba cautivada con su amigo. «Nunca apartaba los ojos de él», aseguró.
Isabel podría haberse casado con Mountbatten cuando tenía 17 años -edad con que Felipe realizó su primera petición formal como pretendiente- pero sus padres consideraron que era demasiado joven. Finalmente, el enlace matrimonial se celebró cuando ella tenía 21.
Mientras Felipe estaba fuera durante la Segunda Guerra Mundial, la princesa guardaba una foto suya en su habitación, si bien después sustituyó la imagen de un Felipe limpio y afeitado por otra con una gran barba para que no le reconocieran y dejase de haber rumores sobre su relación sentimental.
Felipe se nacionalizó como británico antes del casamiento y abandonó el apellido familiar de la casa real danesa de la que descendía su padre por el de Mountbatten. Al parecer, el Duque se quejó de ser el único hombre del país que no podía transferir su apellido a sus hijos.
Más tarde obtuvo un privilegio cuando en 1960 se anunció que los descendientes de la Reina, cuando necesitaran un apellido, usarían el de Mountbatten-Windsor.
El día del enlace, la princesa Isabel empezó la jornada con una taza de té, mientras que el Duque supuestamente se tomó un gin-tonic antes de casarse. También dejó de fumar ese mismo día en una apuesta para complacer a su futura esposa.
A Felipe se le suele describir como tempestuoso y aventurero, mientras que la Reina es vista como una mujer de carácter más tranquilo y convencional.
Sin embargo, tal y como apuntó la prima de Felipe, la condesa Mountbatten, al autor Gyles Brandeth, los cónyuges «se llevan bien. Están bien juntos, cualquiera que los conozca bien dirá eso».
Brandeth, que examinó esta relación en su libro «Felipe e Isabel, retrato de un matrimonio», resumió así su estrecho vínculo: «Son personas diferentes. Aun así se entienden el uno al otro completamente. Y son aliados».
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