A su lado, sonriente y pendiente de cada gesto y cada palabra de su marido, está Isabel Preysler, la mujer que comparte su vida desde hace 27 años y que en estos últimos cinco meses no se ha separado de él. «Gracias a mi mujer -destaca un Miguel Boyer agradecido- me he salvado».
Miguel Boyer e Isabel Preysler reciben a Efe en el porche de su residencia, en una exclusiva urbanización de Madrid, en una tarde tórrida de finales de julio y en un entorno ajardinado y silencioso que invita al descanso después de una intensa jornada de rehabilitación para el que fuera ministro de Economía en el primer Gobierno socialista de Felipe González.
Y reciben en su domicilio a los periodistas de Efe porque están cansados del acoso al que, aseguran, les somete un determinado tipo de prensa empeñada en fotografiar a Miguel Boyer en su salida diaria hacia el centro del grupo Lescer donde fisioterapeutas, neuropsicólogos y logopedas trabajan en su rehabilitación.
Boyer camina sólo, sin ayuda de muletas o bastón, aunque el trabajo de médicos y especialistas aún tiene que añadir seguridad y estabilidad a su caminar. Y de lo que sí tiene ganas, muchas ganas, es de conversar, sin rehuir hablar sobre lo ocurrido en estos meses, desde esa fatídica noche del 28 de febrero en la que una hemorragia cerebral hizo temer por su vida.
Atrás quedan ya más de dos meses ingresado en la UCI de la Clínica Rúber de Madrid, una delicada intervención quirúrgica y unas primeras sesiones de rehabilitación, hasta recibir el alta el 23 de abril, con un pronóstico médico «muy favorable», «consciente» y «orientado».
Dura rehabilitación
«La vida te puede cambiar en cuestión de segundos», reflexiona en voz alta Isabel Preysler, pendiente de que su esposo salga bien y sonriente en las fotos, para las que eligen el porche y un rincón del cuidado jardín que alberga la piscina al aire libre en la que, ahora en verano, Boyer nada todos los días, en un esfuerzo más por acelerar su rehabilitación.
«Soy el que más nada de toda la familia», comenta divertido el exministro, quien asegura haber sido siempre un buen nadador.
«Me encuentro muy bien», insiste Boyer en varios momentos de la charla, si bien reconoce que no para desde las 9 de la mañana hasta las 7 de la tarde, y de lunes a sábado. «Sólo descanso el domingo, pero estoy encantado».
Aunque la rehabilitación le ocupa, de momento, prácticamente todo el día, Miguel Boyer saca tiempo todas las mañanas, después del desayuno, para hojear los periódicos, para leer los titulares, y estar al tanto de lo que ocurre en España, en su entorno europeo y en otros lugares del planeta.
Y sí, como no podía ser menos, dada su trayectoria profesional, está pendiente de los avatares de los mercados, de lo que pasa en la política española, en las bolsas y con la famosa prima de riesgo. «España logrará superar la situación en dos o tres años», vaticina el que fuera ministro de Economía y en los últimos años consejero en varias empresas, como Red Eléctrica o Royal Urbis.
«Está muy al tanto de lo que ocurre, de lo que está pasando», añade Isabel Preysler, quien comenta el interés con el que su esposo siguió el desarrollo de la campaña electoral y las posteriores elecciones en Francia que han llevado al socialista Francois Hollande a la presidencia de la República.
Agradecimientos
Miguel Boyer repite que su mujer le ha «salvado», que ha estado y está pendiente de él en todo momento, pero ella quita importancia al asunto y habla del sentido del humor de su esposo, que no ha perdido con la enfermedad.
La señora de Boyer cuenta, divertida, cómo su marido, al recobrar la consciencia en la UCI de la clínica donde pasó tantos días, daba las gracias a las enfermeras «en inglés, y eso que si hay un idioma que domina a la perfección es el francés».
«Es una buena herramienta (el sentido del humor) para encarar y superar una situación como ésta», afirma una emocionada Isabel Preysler, convencida de que para afrontarla «se encuentran las fuerzas. Siempre puedes, aunque creas al principio que no vas a poder con ello».
Miguel Boyer tiene palabras de cariño y agradecimiento para los muchos amigos que le han visitado en la clínica y acuden a su casa para interesarse por su estado y compartir con él un rato de charla. Y para el equipo médico del Rúber que le atendió desde su llegada esa madrugada del 28 de febrero que ni él ni Isabel Preysler olvidarán nunca. También para los profesionales que se ocupan de su rehabilitación en el centro Lescer.
Boyer tiene un recuerdo especial y emocionado para su hija Ana, una estudiante estupenda. «No podía ir a la universidad, no se podía concentrar en las clases», preocupada por lo que le estaba ocurriendo a su padre, recuerda un Miguel Boyer «contento, muy contento».
Un Miguel Boyer que no desaprovecha la ocasión para mostrar su agradecimiento a todos los que se han interesado por su estado de salud, por todos aquellos que están pendientes de que supere «poco a poco la situación», porque el proceso «es lento. Pero por trabajar para lograrlo que no quede», recalca.
Este es el motivo por el cual este verano no habrá vacaciones para el matrimonio Boyer-Preysler, que se quedará en Madrid todo el tiempo. «Miguel no puede interrumpir la rehabilitación», insiste ella.
Antes de posar para el fotógrafo, Miguel Boyer vuelve a apelar a la suerte que le ha acompañado en estos meses. «He tenido mucha, mucha suerte, porque podría haber ocurrido algo más gordo...», se despide.
2 comentarios
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yo conozco a gente que a tenido su mismo problema y por desgracia a sido por el estres de no trabajo, no llegar a fin de mes y no recuperarse en una privada y por supuesto no relajarse en un porche delante de una piscina ni con un jardin bien cuidado ¿envidia? es posible, pero no olvidemos de donde viene ¡¡de la politica!!.
espero que se ponga bién ,pero hay muchas personas que les pasa esto por la presión de sus problemas economicos este al menos esta como todos los politicos vacunado contra las crisis o sea que su enfermedad pesara menos que la de los otros,