—¿Cómo está viviendo estos días previos a la publicación de Mala sangre en una editorial tan importante como Plaza & Janés?
—Muy lentos. Parece que el tiempo no pasa. Lo llevé muy bien los primeros meses de espera, pero ahora estoy que me subo por las paredes. Y más con el tema de eventos cancelados que empieza a haber por esto del coronavirus.
—¿Cómo recibió la noticia de que iban a publicarle su novela?
—Me mandaron un correo electrónico en el que me preguntaban si la novela seguía disponible y, si era así, me pedían que les dijera una hora para poder llamarme. Lo hicieron al día siguiente y ahí empezó todo. Fue en abril del año pasado, pero es ahora cuando me estoy dando cuenta de todo lo que supone. Para estas cosas, soy de reacciones lentas (risas).
—De profesora de Castellano en Palma a escritora de éxito. ¿Cree que le ha cambiado mucho la vida?
—Aún no lo sé, porque todavía no han publicado la novela y no soy una escritora de éxito. Eso sí, gozo de una gran oportunidad que ya veremos dónde me lleva. De momento, sigo siendo profesora, aunque con menos tiempo para todo.
—En una entrevista para Ultima Hora habló de que Plaza & Janés es su editorial preferida porque ahí publica su «querido» Alberto Vázquez-Figueroa. ¿Él es uno de sus grandes referentes en la literatura?
—Cierto que yo le tenía cariño a la editorial porque con 15 años leía en ella a Vázquez Figueroa, pero, además, antes de enviar nada es muy importante revisar el catálogo del sello editorial. Eso hice y pensé que mi novela encajaba en él. Pero, referentes literarios, tengo muchos. Soy filóloga, me he pasado la vida leyendo y me he dado cuenta que hay mucho que admirar.
—Algunos dicen que su novela recuerda a Hitchock, Mary Shelley o Jane Austen. ¿Ha sacado lo mejor de cada uno de ellos?
—¡Qué más quisiera yo (risas)! Lo de Hitchock creo que es, aparte de por el suspense, porque es una novela dirigida a un público muy amplio. El vínculo con Shelley no lo puedo desvelar para no dar pistas sobre la trama. Y es cierto que soy austenita. Mis novelas románticas se nutren mucho de ella y supongo que, en Mala Sangre, algo ha quedado. ¡Pero vaya tres, ya me gustaría parecerme a alguno de ellos!
—La novela es de misterio, ambientada en El Bierzo en 1858. ¿Por qué allí?
—Porque soy una enamorada de Las Médulas, en particular, y de toda la zona, en general. Además, tiene rincones tan bellos como siniestros y eso era lo que buscaba.
—¿Y por qué en esa época?
—Creo que 1858 era la fecha ideal porque Isabel II estaba a punto de realizar el Camino de Santiago que pasa por Ponferrada y eso obligaba a un despliegue de la Guardia Civil para evitar atentados carlistas. Y a mí me interesaba que hubiera cierta alarma ante los cadáveres de niñas que aparecían desangrados en el Sil.
—¿Por qué escogió la historia de Sacamantecas?
—La historia del Sacamantecas la descubrí cuando ya tenía escogidos fecha y lugar para la historia, y me pareció muy interesante jugar con esa figura. De hecho, en 1858 no se sabía muy bien dónde estaba encarcelado o si había huido, así que quise aprovecharlo.
—¿Las abejas son también protagonistas? ¿Qué papel juegan en la novela?
—Cuando planteé la historia, me gustó la idea de la presencia constante de abejas. Creo que es algo inquietante y, a la vez, metafórico, porque en la novela la amenaza está por todas partes, pero no la ves venir. Mientras miras una abeja, te pica otra.
—La ambientación se convierte en un personaje más. ¿Cómo ha hecho para documentarse?
—En primer lugar, casi todos los escenarios son naturales o rurales, exceptuando el primer capítulo en León y alguno en Ponferrada, por lo que sólo he tenido que averiguar si habían cambiado los tipos de cultivo, que así ha sido. Lo más difícil es la ambientación, hacer hablar y actuar a los personajes como en la época y, para eso, lo básico es leer literatura española del siglo XIX. No me ha sido difícil porque es algo que me ha fascinado siempre.
—¿Ha sido difícil dar el cambio de autora de novela romántica a una de misterio?
—Escribir algo distinto no me resulta difícil porque creo que soy versátil y he escrito sobre cosas muy distintas. Lo que ya es más es difícil es dejar de ser encasillada, pero eso es algo que viene impuesto desde el mundo editorial.
—Hasta ahora ha firmado como Jane Kelder. ¿Abandonará para siempre ese nombre?
—Jane Kelder forma parte de mí y eso nunca se abandona. Y, aunque nunca sabes qué ocurrirá, en principio pienso publicar con mi nombre real. Tal vez en un futuro lo recupere o me esconda en otros pseudónimos, pero no me gusta hacer planes a largo plazo.
—Ahora, después de la vorágine de firmas y presentaciones, ¿tiene pensado reposar o ya tiene en mente nuevos proyectos?
—El libro sale el 16 de abril. En realidad, la vorágine aún no ha empezado. Aprovecho todas las vacaciones y alguna excedencia para escribir, así que ése es mi concepto de descanso. Tengo una novela en mente, pero me falta tiempo. Y también tengo una novela negra actual en el cajón pendiente de ser revisada.
—Como ibicenca, ¿le gustaría escribir algo ambientado en la isla? ¿O ya lo ha hecho?
—Lo intenté hace unos años con también una novela de suspense y ficción histórica ambientada en 1919, pero la dejé por circunstancias ajenas a la escritura. Y, vista ahora, creo que hace falta que madure la idea para llevarla algún día a cabo.
—¿No cree que Ibiza da mucho juego?
—Todo puede dar mucho juego si se sabe jugar y yo admiro mucho la Ibiza que redescubro en las novelas que escribe Vicente Valero.
—¿Cree que ahora, con el éxito, su experiencia serviría para escritoras y escritores que están empezando?
—Aún no he publicado, así que es pronto para hablar de éxito. Además, como decía Kipling, el éxito y el fracaso son unos farsantes. No soy joven ni estoy empezando. Creo que la constancia y la disciplina han sido mis aliadas. Pero, si me atreviera a dar algún consejo a los que empiezan, sería que se disfrutaran del proceso. Si uno encuentra sentido en el camino, la meta no es importante.
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