En estos días, como no podía ser de otra manera, toca hablar del Nuevo Año que se avecina y de todo lo que terminará con el viejo que ya está a punto de dejarnos.
En estas fechas es muy habitual hablar de balances, de objetivos cumplidos, de todo lo que hemos conseguido y lo que no, de lo que queremos conseguir en el próximo año, de deseos, de resultados, de planificación…
Seguro que, a poco que busquemos, encontraremos mucha información relacionada con esos temas y, además, a buen seguro que nos llegará, aunque no la busquemos. Es fácil que por nuestro correo electrónico, nuestras redes sociales o por cualquier otro medio nos bombardeen con ello, así que yo, por esta vez, he preferido no hacer lo mismo y enfocar el cambio de año de otra manera, quizás menos habitual.
Siempre solemos fijarnos en lo que nos falta, en lo que aún no tenemos, pero queremos conseguir. Si hacemos balance del año que nos deja, miramos lo que hemos conseguido y lo que nos ha faltado conseguir, analizando el motivo, para que no vuelva a suceder en el futuro. Si planificamos los objetivos para el Año Nuevo, también nos centramos en todo aquello que queremos que llegue a nuestra vida, lo que queremos conseguir, lo que nos haría felices alcanzar.
Por supuesto, eso no es nada malo, si es algo que elegimos. El problema es que, la mayoría de las veces, no somos conscientes de que andamos todo el tiempo centrándonos solo en todo aquello que nos falta y que no tenemos y obviamos todo lo demás.
A mí en esta ocasión, a modo de reflexión, me gustaría darle la vuelta a este enfoque y, desde el minimalismo, simplificar las cosas y proponer poner la mirada por una vez en lo que nos sobra y en todo lo que podemos soltar y liberar en nuestra vida. Es decir que, en lugar de centrarnos en lo que nos falta, por una vez, nos centremos en lo que nos sobra.
Acostumbramos a acumular muchas cosas que, realmente, no necesitamos, pero que, en cierta forma, nos dan una falsa sensación de seguridad, de bienestar, incluso de felicidad. De hecho, ese es el recurso que suelen emplear en las campañas publicitarias para incitarnos a comprar: nos venden que tener esto o aquello, nos hará más felices. Y, normalmente, lo creemos y acabamos comprando muchas cosas que, en realidad, no nos hacen falta.
Pero, ¿y si fuera al revés? ¿Y si tener menos, nos aportara más? ¿Cómo nos haría sentir el poder liberar nuestros espacios abarrotados? ¿Cómo sería abrir nuestro armario y que no estuviera todo amontonado y lleno de ropa? ¿O que en nuestra casa los muebles no llenaran todo el espacio? ¿O que nuestro ordenador o nuestro móvil no estuviera todo lleno de archivos?
Y, hablando no solo de cosas, sino de todo lo demás, ¿cómo sería ver menos noticias? ¿O hacer menos actividades? ¿O liberarnos de compañías, o de planes, o de hábitos que no nos ayudan, sino que nos lastran e interfieren en nuestro bienestar? ¿Qué sensación nos daría tener nuestra agenda con muchos espacios libres para poder dedicar nuestro tiempo a hacer todo aquello que nos hace más felices?
Pensemos por un momento si, al vivir inmersos en esta sociedad consumista y materialista nuestra, no nos estamos olvidando, sin darnos cuenta, de la libertad última de poder hacer con nuestro tiempo y con nuestra vida lo que realmente queramos.
Y, aún me gustaría ir un paso más allá. Después de dejar de necesitar y de acumular cosas, contactos, actividades, etc., y después de liberarnos de otras tantas que, al pensar en ello nos hemos dado cuenta de que nos sobran y no queremos que estén más en nuestras vidas, ¿qué tal si centramos la mirada en lo que queda?
Si lo hemos hecho bien, lo que quedaría entonces sería lo esencial. Eso que nos llena, que nos hace felices, que nos pone una sonrisa en la cara, que nos proporciona paz, alegría, placer, bienestar, felicidad o cualquier otro sentimiento positivo.
Propongo pues, para despedir el 2018 y darle la bienvenida al 2019, que decidamos con conciencia qué queremos que esté realmente en nuestra vida y qué no. Y que nos demos cuenta de cuántas cosas buenas tenemos ya en ella de las que, normalmente, no somos conscientes y que no llegamos a valorar como se merecen. Cosas como la salud, la amistad, el amor, la diversión, la cultura, el conocimiento…
Si miramos a nuestro alrededor veremos qué afortunados somos y qué enorme suerte tenemos de tener todo eso que nos parece tan básico que ni siquiera vemos, pero que, para muchos, sería un tesoro muy valioso de conseguir porque es inalcanzable: una vivienda, un plato de comida caliente, una cama, ropa de abrigo, zapatos, acceso a la escuela, agua potable, un sistema sanitario, medicamentos, luz…
La mayoría de las veces, lo más valioso es aquello que no se puede comprar: el tiempo que pasamos con nuestros seres queridos, las experiencias inolvidables, los momentos compartidos, todo lo que aprendemos que nos enriquece por dentro…
Que el 2019 llegue cargado de todas esas cosas para todos. ¡Feliz Año Nuevo!
Y tú, ¿cómo vas a recibir el 2019?
Soy Ana Costa, psicóloga positiva, especialista en mindfulness y en desarrollo personal. En mi página web http://zonamindful.com/ comparto recursos y estrategias para aprender a minimizar el estrés, a reforzar la autoestima y a tener una vida más plena, serena y feliz
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