Daniela Niculita tiene que hacer memoria para saber de dónde le viene su vena artística, «supongo que una mezcla de mi madre, que tocaba instrumentos, y su hermano, que era pintor y dibujaba muy bien». Sin embargo, reconoce que ninguno de los dos pudo realizar su sueño de vivir del arte, así que ella tenía claro que tendría que dejar Rumanía para encontrar su propio camino. Así fue como esta joven de 28 años, nacido cerca de Transilvania, tuvo que emprender vuelo, «en el país del que vengo el arte no está tan apoyado y es difícil dedicarse a ello».

Por eso, hizo las maletas y comenzó un viaje por Europa que le llevaría a vivir en Inglaterra cuatro años en los que trabajó con niños en guarderías y se sumergió en proyectos de vídeos donde hacía de relaciones públicas y maquillaba a los actores.

«Además, también empezaron a llamarme para fiestas de cumpleaños y eventos para pintar caras, así sacaba un dinero extra». Claro que todo eso fue antes de pisar, por primera vez, otra isla de la que quedaría prendada.

«Llegué a Eivissa por casualidad, vine de vacaciones un año y me encantó. Descubrí el norte de la isla, la cara opuesta a las discotecas, y me gustó mucho el movimiento artístico que encontré», con el que se sintió tan identificada que pensó que la Isla Blanca era el ‘lugar para ella'. Con esa idea regresó a Inglaterra donde cerró proyectos, dejó su trabajo y vendió todo, para poder iniciar una nueva aventura en España.

Una nueva experiencia

Así, en 2011 se instaló en la isla con la idea de dedicarse al body painting: «Me gusta mucho el maquillaje artístico. Mi mejor lienzo es la piel, porque aunque resulta más complicada de pintar, me gusta su textura, la comunicación y el contacto con la gente». Un talento muy definido y una clara meta que le hizo rechazar otras ofertas de trabajo en hostelería, para poder alcanzar su sueño. «Me imprimí flyers y fui con ellos a todas las discotecas pero no me ofrecían trabajo de lo que yo quería», asegura Niculita.

Por eso, decidió plantarse en Sant Antoni, con un puesto improvisado en la calle, dispuesta a captar a su público más fiel, el inglés: «A los británicos les gusta mucho pintarse para salir de fiesta y empecé a ganar bien, pero me advirtieron que si ejercía en la calle sin licencia podrían multarme». Esa fue la razón por la que buscó, entonces, un lugar fijo para establecerse sin problemas, para lo cual se planteó dos opciones, y quiso el destino que escogiera la más acertada. «Estaba pensando en el Zoo Project o en Las Dalias, pero mi corazón me decía ‘vete a Las Dalias' y así fue como llegué y conocí a Vivo», su actual pareja y padre de su hija Luna Viva.

Sin embargo, su primer contacto fue profesional: «yo empecé trabajando con él haciendo body painting, porque es muy complicado que te den un puesto en Las Dalias». Una historia de complicidad que va más allá del amor, que terminó surgiendo entre ellos, pues como bien dice Daniela, «cuando dos personas piensan igual y tienen la misma pasión, si además se gustan y caminan en la misma dirección es sencillo que nazca algo más».

Junto a Vivo ha comenzado además varios proyectos, como usar una pintura corporal de diversos colores y alternativa a la henna, que no produce alergia, y que es muy demandada entre los clientes para pintar a los niños. Sin embargo, el body art no es lo único que ocupa su tiempo, pues hace dos años que están creando una colección de camisetas, confeccionadas por Vivo y pintadas por ella, que esperan poder empezar a vender también este verano en una tienda de la Marina. Además, viajan mucho para participar en ferias internacionales de arte. «Fue arriesgado y atrevido dejarlo todo y venir a Eivissa, pero valió la pena, porque si eres feliz con el trabajo que desempeñas la gente te valora mucho más», comenta Niculita.