Según explicó ayer a este periódico el director del museo, Benjamí Costa, horas antes de que comenzara la actividad, el curso está pensado como una iniciación a esta forma de escritura que se extendió por buena parte de todo el Mediterráneo. Algo que resultará complicado y al mismo tiempo apasionante puesto que estamos hablando de una lengua muerta y semítica, es decir, que sólo tenía 22 consonantes para representar fonemas, geminadas y vocales contiguas, y que se escribía de derecha a izquierda, como el árabe.
Sin embargo, la epigrafía púnica también tiene algunas ventajas para los que hablamos una lengua que procede del latín ya que «está considerada como la abuela de ésta, puesto que de ella apareció el griego y del griego el latín». Además, Costa destacó que cada sonido correponde con una letra, no como la escritura cuneifore o jeroglífica que son sílabas o conceptos, que tenía género masculino y femenino – marcado como t – y tres números, singular, dual y plural, indicada con la terminación aji o am.
Por último, su numeración del 1 al 10 es la típica en semítico septentrional, es decir, ‘had (1), nm/'šnm (2), šlš (3), ‘rb'/rb' (4), hmš (5), šš (6), šb (7), šmn (8), tš' (9) y ‘šr (10).
Su origen
Según Benjamí Costa, los registros más antiguos del alfabeto fenicio proceden de la segunda mitad de segundo milenio a. C. y de los últimos del siglo II d. C. Teóricamente comenzó en una amplia franja que comprendía Siria y la costa del Líbano y de Israel. Después, a partir del siglo IX a.C. se produjo una diáspora que hizo que se extendiera por el Mediterráneo sufriendo una gran expansión y evolucionando al irse añadiendo a ella distintos dialectos y términos de cada zona. Sin embargo, con el paso del tiempo se fue olvidando hasta que en el siglo XVIII el alfabeto fenicio pudo descifrarse y permitir que, un siglo después, se descubrieran y tradujeran importantes textos como la inscripción de Mesa, rey de Moab.
Hallazgos en Eivissa
Con respecto a Eivissa, y según una publicación de la Instutición Fernando el Católico, en 2003 hubo dos hallazgos que fueron publicados en 2010. Se trata de un pedestal de piedra que podría haber servido de base a un objeto de pie circular como un cipo o vasija metálica y que presenta en carácteres púnicos muy cuidados una dedicatoria, y de una plaquita ósea que contiene una dedicatoria a Eshmun-Melqart no menos cuidada, pero de grafías del todo diversas y que posiblemente también debió estar unida a un objeto.
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