—Fotógrafo, pintor, diseñador gráfico, periodista... Y ahora concejal de Cultura. ¿Lo suyo es vocacional?
—[risas]. No creo que tanto. Sí es verdad que ,por unas cosas o por otras, siempre he estado relacionado con el mundo de la cultura de la isla, pero hasta ahora nunca me había tenido que enfrentar a la gestión a gran escala. Había hecho mis pinitos pero ahora me doy cuenta de lo difícil que es congeniar una cosa con la otra.
—¿Le ha cambiado mucho la vida?
—Pues no. Fundamentalmente sigo siendo el mismo, salvo porque me han cambiado los biorritmos. He pasado de ser una persona eminentemente nocturna a levantarme a las seis y media de la mañana y comenzar a trabajar en el Ayuntamiento sobre las ocho y algo.
—¿Cómo se ha encontrado la Concejalía?
—Con una falta alarmante de presupuesto, lo que ha lastrado considerablemente todo lo que queríamos poner en marcha desde junio hasta diciembre. Eso sí, lo mejor ha sido encontrarme con un personal y unos técnicos muy trabajadores y con muchas ganas de hacer cosas diferentes a pesar de que las cuentas están casi a cero.
—La falta de presupuesto es siempre el gran problema de la cultura. ¿El departamento en el que trabaja es el eterno olvidado por todos los ayuntamientos de España?
—No sé si tanto, pero sí es cierto que es donde primero se mete la tijera cuando hay que tirar de recortes.
—¿Y en Vila?
—En nuestro caso no creo que sea exactamente así. Soy consciente de que el equipo de gobierno de Rafa Ruiz tiene otras necesidades para los ciudadanos, pero se está intentando recuperar la cultura y devolverla al lugar que se merece. No se pueden hacer recortes en cultura porque ésta es básica para una sociedad avanzada, critica y plural.
—¿Cómo pretenden devolver a la cultura «a su lugar»?
—Tenemos varios proyectos en marcha. Uno de los más importantes pasa por dar una vuelta a la programación del Espai Cultural Can Ventosa en materia de teatro. Nos hemos encontrado una programación por parte del anterior equipo de gobierno que estaba bien, pero consideramos que Eivissa se merece algo más.
—¿Como qué?
—Por ejemplo, reflotar las obras teatrales en catalán. Es algo que casi ha desaparecido y queremos recuperar. Después buscaremos arriegar y ofrecer una programación teatral diferente, que no sea siempre apostar por las obras de grandes actores y directores. Es necesario fomentar las compañías locales, las obras del circuito de teatro balear y potenciar la Sala Petita, una iniciativa muy positiva del anterior equipo de gobierno y que va en consonancia con lo que queremos que sea Can Ventosa.
—Pero eso no será fácil...
—Realmente no. Tenemos el handicap de la insularidad. Aquí todo lo que se hace se encarece muchísimo y por eso, para algunas cosas, tenemos que aprovecharnos del Programa Estatal de Circulación de Espectáculos de Artes Escénicas en Espacios de las Entidades Locales (Platea) del Ministerio de Educación, Cultura y Deporte.
—Hay quien dice que hay compañías que se echan para atrás por la imagen que vendemos de Eivissa...
—Entonces yo les diría a sus responsables que se pasaran una semana por la isla y comprobaran que en Eivissa hay muchas ganas de teatro, de cualquier tipo de teatro.
—Hablando de cine. Cada vez hay menos salas de proyección. ¿Han pensado en algo parecido al Tapacine de Sant Josep?
—Una pena la desaparición del Cine Serra de Vara de Rey... Nosotros estamos empezando a calibrar la posibilidad de utilizar Can Ventosa un día a la semana a modo de filmoteca para proyectar otro tipo de películas que no sean los estrenos al uso. Además, seguiremos con el Cinema a la Fresca del Baluard de Sant Pere, y en verano, cuando llegue el buen tiempo, intentaremos llevar las películas a los barrios. Es decir, la idea es crear un ciclo itinerante que permita que los vecinos de Figueretes, es Viver, es Clot o la Marina disfruten del cine al aire libre.
—Siguiendo con eventos al aire libre, ¿cómo está el tema de la música en el Baluard de Santa Llùcia?
—Es un tema difícil porque tiene detractores y defensores. Desde el Ayuntamiento de Vila queremos dejar claro que no se trata de prohibir los conciertos en el baluarte ni en ninguna zona declarada Patrimonio de la Humanidad, sino de ajustarlos a criterios de funcionamiento muy estrictos. No es una prohibición, sino una racionalización.
—Pero, ¿dónde están esos límites? ¿Por qué jazz sí y Jarabe de Palo no?
—El límite está en el cumplimiento de las ordenanzas municipales. Ni más ni menos. No es una cuestión de discriminar el estilo de música, sino de su volumen y de lo que puede afectar a los vecinos de la zona. Lo importante son ellos por encima de cualquier cosa.
—¿Entonces esto antes no era así?
—Bueno dejémoslo en que en ocasiones hubo un poco de carta blanca y se priorizó más los conciertos que los ciudadanos.
—¿Tal vez también ha cambiado la concienciación ciudadana?
—Claro. De un tiempo a esta parte ha habido una mayor concienciación con respecto al volumen de algunos espectáculos. Ahora, los residentes se han empezado a quejar cuando antes no pasaba. Pero no sólo nos podemos centrar en los decibelios. Tambien hay que valorar muchas cosas sobre lo que se hace en una zona Patrimonio de la Humanidad. Volumen de gente, accesos... muchos factores influyen a la hora de tomar una decisión. Aún así, somos conscientes de que lograr un equilibrio será complicado.
—¿El Festival de Jazz se seguirá haciendo en el Baluard ahora que han recuperado su gestión?
—Lo intentaremo,s pero como le digo hay que analizarlo bien. De momento hemos dado un paso importante desde el Ayuntamiento al hacernos de nuevo con él. Gracias a ello, desde 2016 buscaremos cómo recuperar el carácter de certamen que tenía antiguamente e intentaremos volver a retomar los lazos que había con el Festival de Getxo y que quedaron rotos con la situación actual que vive el INJUVE, al que están dejando morir lentamente.
—Exposiciones. ¿Cómo está el tema?
—Es una buena pregunta [risas]. Lo único claro es que en Vila tenemos un déficit de espacios municipales y de personal para poder tenerlos abiertos. Por eso, los primeros pasos que estamos dando es volver a recuperar el Refertorio del Ajuntament Vell como espacio expositivo para los artistas de la isla. Es pequeño, pero intentaremos convencer a los artistas de que seleccionen pocas obras.
—Pero si no hay personal...
—Es un handicap y por eso son fundamentales acuerdos tan positivos como los que hemos llevado a cabo con el grupo GUIF, y que permiten poner una persona por las tardes para que el refertorio esté abierto al público y se puedan ver las exposiciones.
—Una vez le escuché que había que acercar el arte a los escolares. ¿Lo están haciendo?
—Sí, es una prioridad. De momento, ahí vamos, es un proyecto que intentaremos poner en marcha el curso que viene porque en éste nos ha pillado un poco el tiempo. La intención es que los artistas vayan a los colegios e institutos a explicar su obra e incluso a pintar allí. Que conozcan que el arte es algo vivo que se sale de lo que hay en los libros de Historia y en google.
—¿La Historia también está incluido en esta idea?
—Por supuesto. Tenemos que apostar firmemente por difundirla entre los jóvenes. Que sepan el porqué hay una catedral y unas murallas ahí arriba. En definitiva, que sepan y les guste donde viven porque ellos son el futuro y lo transmitirán a sus descendientes.
—¿Y difundirlo a nivel nacional? Desgraciadamente poca gente sabe que tenemos una ciudad Patrimonio de la Humanidad...
—Lo mismo. Tenemos que ponerlo en valor y que se nos conozcca más que por lo de Ibiza Shore. Para eso tenemos que apoyarnos en el grupo de Ciudades Patrimonio de la Humanidad y sus campañas. Hay quien dice que podríamos hacer publicaciones o flyers, pero desgraciadamente no tenemos presupuesto y pensamos que el que hay se puede destinar a otras partidas dentro de la Concejalía de Cultura.
—La última. ¿Se subvencionará la Semana Santa ahora que Rafa Ruiz no va a los actos religiosos?
—[risas]. No entra dentro de nuestra Concejalía y es un tema delicado que hay que analizar detenidamente. Aunque no soy creyente, creo que la Semana Santa ha de seguir existiendo y más viendo su crecimiento cada vez mayor. Sin embargo, siempre he sido partidario de separar religión y administraciones públicas.
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