«Después de una experiencia tan enriquecedora y gratificante como la que viví en Kenia, llegaba a Tanzania con bastante incertidumbre, preguntándome, si siendo el mismo continente las cosas en estos dos países serian muy distintas.
Al llegar me encontré un país muy verde y más limpia de lo que me esperaba, donde lo primero que me llamó la atención fue la alegría de sus gentes. Aquí el «hombre blanco» o como ellos llaman «musungu» no es tanta novedad, ya que están algo mas familiarizados con los visitantes que visitan dos de las joyas imprescindibles de este continente, el monte Kilimajaro y el Parque nacional del Serengeti. Eso me permitió paso algo más desapercibido que en Kenia y poder disfrutar a pleno rendimiento de estas dos experiencias, totalmente recomendables.
Después de la toma de contacto, fue el turno de visitar los orfanatos de la zona. Era algo que me apetecía mucho, ya que hasta ahora todos los niños con los que me encontré siempre me habían regalado una gran sonrisa. Y Tanzania no defraudó. Al llegar a las modestas instalaciones, me recibieron con una gran bienvenida, muchos de ellos con abrazos corriendo a mi alrrededor como si de una celebridad se tratara, lo que me alegró y me hizo enormemente feliz ver. Incluso, fue gratificante que, aunque pasan penurias y la situación es mejorable a los niños no les falta lo imprescindible.
Mi punto de destino fue el Kilimanjaro Orphanage, un pequeño centro que cuenta con más de 60 niños, y con apenas 5 habitaciones para todos, repletas de literas donde duermen dos niños por cama. Los encargados tratan de tenerlo bien cuidado y sobre todo limpio, y además, a pesar de la falta de espacio, disponen de una sala con 15 ordenadores con Wifi que no había visto antes en ningún otro proyecto. Y su objetivo es seguir aumentando los PC para llegar a tener uno por niño.
Campaña de recaudación
En este sentido, los responsables de Kilimanjaro Orphanage me contaron que están recaudando dinero para poder crear otro centro mas grande y con espacio para todos, con el objetivo de poder albergar a cerca de 150 niños.
Mientras tanto, los días pasaron rápido en Tanzania. Mi labor cada día se fue integrando más en la dinámica diaria del centro y el ambiente fue realmente bueno. Mientras fui conociendo detalles de estas personitas y sus historias y testimonios (alguno son realmente conmovedores) hice buenas migas con Acram, un niño albino, que es todo un personaje en el centro por lo cariñoso y simpático.
Algo que es todo un mérito ya que la vida es especialmente difícil para los albinos en Tanzania, cuya población tiene una proporción sorprendentemente alta, 15 veces mayor que el promedio mundial. En el mejor de los casos, son discriminados por su falta de color, y en el peor, son cazados por su carne, ya que los brujos les persiguen para poder comerciar con porciones y otros objetos fabricados con sus huesos, pelo y pieles como. Aún así, y a pesar de que lamentablemente es algo frecuente encontrar niños con alguna discapacidad o enfermedad grave, me quedé prendado y enamorado de este rincón de Africa y sobre todo de los niños.
Cuando terminé mi colaboración decidí dar un paso más y conocer más sobre la situación administrativa y sobre la creación de una fundación similar a la que me acogió, por lo que decidí visitar las oficinas del gobierno donde me informaron a fondo de la lamentable situación que viven algunas familias y como abandonan a sus hijos al no poder hacerse cargo de ellos.
Crear una organización
Definitivamente, esto me dejó consternado. Pienso y creo que queda mucho mas por hacer aquí, por lo que hablé con amigos que involucrados en proyectos en Africa y en otras organizaciones y me he propuesto crear una propia para poder ayudar a estas personas. Concretamente, la idea es poder crear un centro de acogida, para darles, con nuestra ayuda y colaboración, más oportunidades y recursos para sus futuras vidas. En definitiva, quiero crear un lugar donde estos maravillosos niños puedan disfrutar de tener una vida un poquito mas feliz.
Hasta pronto Tanzania.
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