El 3 de agosto de 1492 Cristóbal Colón partió desde el Puerto de Palos, en Huelva, al frente de una expedición de 90 tripulantes a bordo de las carabelas La Pinta y la Niña y la nao Santa María. Tras unos primeros días de travesía arribaron a las islas Canarias, y después de realizar unas pequeñas reparaciones en el timón y las velas de La Pinta, emprendieron desde La Gomera su marcha por el Océano Atlántico un 6 de septiembre de 1492.
523 años después de la aventura que llevó a Colón a descubrir América sin saberlo, un grupo de cinco aventureros, cuatro italianos y un americano, se proponen seguir sus pasos con el Calaluna, un velero Class 40, de 12 metros, diseñado por Sam Manuard y construido por Bert Mauri. De momento, ayer por la mañana hicieron una breve escala cerca del Club Nàutic de Sant Antoni para recoger a toda velocidad al regatista, ingeniero de barcos y profesor con casa en Eivissa desde hace más de cuarenta años, Pier Paolo Ballerini, y después siguieron rápidamente en dirección hacia Cádiz, donde tienen pensado llegar en dos días, y luego, dirigirse hacia La Gomera, en Canarias, desde donde partirán definitivamente rumbo a Bahamas.
Según explicó ayer a este periódico el marinero italiano la idea de hacer esta ruta surgió como un complemento de las regatas de competición en las que tiene previsto participar la embarcación Calaluna en aguas del Caribe. «En apenas un mes comienza el período de competición y como vamos a tomar parte en la Discovery Route, en la St. Marteen Heineken Race y en la Sailing Week, pensamos que sería una manera muy atractiva y divertida de llevar el barco hasta Bahamas», asegura con una gran sonrisa.
Aún así, tendrán que afrontar 20 días de navegación extrema siguiendo los pasos de Cristóbal Colón. «Tenemos por delante tres semanas apasionantes en las que intentaremos sobrevivir con alimentos especiales, sólo bebiendo agua calientes, sin baños ni grifos para limpiarnos, únicamente con ocho kilos de equipaje y distribuyéndonos para dormir en turnos de dos horas para cada dos personas», aseguró ayer antes de embarcar el propio Ballerini al tiempo que confirmó que a bordo se puede llegar a perder entre dos y tres kilos a la semana.
Además, este navegante nacido el 27 de febrero de 1972 en la ciudad de Ferrara, situada en el noroeste de Italia, y que pasó buena parte de su adolescencia en Eivissa, asegura que los cinco miembros de la tripulación también tendrán que hacer frente a las malas condiciones climatológicas propias de esta época del año. «No hay porque asustarse pero lo cierto es que tenemos claro que también tendremos que luchar contra los vientos fuertes y los alíseos constantes y con los chubascos, que según en la parte del océano en la que estemos llegan con rapidez y casi sin dar tiempo a reducir la vela», confirmó.
Sobradamente preparados
Sin embargo, todos ellos están sobradamente preparados para superar con éxito el viaje. Sin ir más lejos, el patrón de la embarcación es el también italiano Sergio Frattaruolo, impulsor de la Extreme Sail Academy, una academia especializada en regatas de alta mar y en la que han estado formándose durante dos años los otros tres miembros de la tripulación. «En esta escuela aprendes literalmente a sobrevivir en medio del mar enseñándote a reparar sin apenas medios velas, timones o cualquier utensilio y, sobre todo, a ser fuerte mentalmente para superar todas las crisis por las que pasas», explicó Ballerini.
En este sentido, el regatista y profesor italiano aseguró que para completar una ruta como esta hay que estar muy bien preparado física y psicológicamente. «Convives varios días codo con codo en un espacio de apenas doce metros con cinco personas, sin las mínimas necesidades de higiene y casi alimentación, y por eso hay que estar muy bien de la cabeza para no discutir y no venirte abajo en medio de la inmensidad que supone estar en un océano».
«La vela es mi vida»
De todos modos, Pier Paolo Ballerini, quien asegura que la «vela es su vida», y su equipo se toman esta aventura como una diversión. «Toda la tripulación somos unos entusiastas de la navegación en alta mar y tenemos muy claro que por muy duro que sean estos veinte días no hay nada comparable en el mundo a disfrutar de un amanecer o un atardecer en mitad de la inmensidad del océano y a miles de kilómetros del trozo de tierra más cercana».
De hecho, esta no es la primera aventura de este tipo que realizará este regatista de 52 años que comenzó con 20 años en un viaje con un barco más grande en el que viajaban 11 tripulantes. Después, su primera regata en alta mar únicamente con un compañero la hizo en 1994 y ahora, desde que vendió a los turcos un astillero de su propiedad, siempre que puede se lanza al mar para embarcarse en una aventura como ésta. «Me gusta saber donde están mis límites en alta mar y por eso soy un fanático de las rutas largas en las que durante varias semanas sólo ves olas y donde se demuestra la gran diferencia entre un regatista y un verdadero marinero».
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