Los vecinos de los alrededores de Portinatx y de la Cala de Sant Vicent se movían ayer entre la resignación y la resistencia al desalojo de sus viviendas. Mientras unos aprovechaban los pocos minutos que les daba la Guardia Civil para coger cosas de importancia y abandonar sus hogares, otros resistían hasta las últimas consecuencias e incluso montaban su propio operativo contra el fuego para intentar salvar sus propiedades.
Esto mismo hizo una familia para proteger su vivienda 'Villa Bel', ubicada en Portinatx: una bomba conectada a la piscina y 250 metros de manguera bosque adentro para cuando llegaran las llamas era el plan de la familia de esta casa, compuesta por cuatro personas, pero ayudada por un grupo de amigos y familiares. Todos, ayer a las dos de la tarde, se negaban a dejar la vivienda.
«Esta casa es lo único que tenemos», aseguró Loli, la propietaria. «Estamos preparados para cortar pinos si hace falta, el fuego está a un par de horas de aquí», agregó, por su parte, José Manel Marí, uno de los jóvenes implicados en el operativo.
Ya dentro del bosque, probando el funcionamiento de la manguera, el grupo recibió la noticia de que la Guardia Civil había dado la orden de iniciar preparativos para abandonar la casa. «A mí como a Chanquete, de aquí no me mueven», sentenció otro de los integrantes de este improvisado plan de emergencia casero.
Con más filosofía se lo tomó José Miguel Espert quien, a mediodía acababa de ser desalojado junto a su mujer y sus tres hijos de su casa de la villa Sa Descoberta, también en la zona de Portinatx. A esa hora, los montes estaban ardiendo y el viento soplaba justo en la dirección de su vivienda, ubicada junto a otras villas como sa Baladre, y Cas Puig de s'Arenal, que también habían sido desalojadas. «La Guardia Civil te da 20 minutos para que saques lo que quieras. Yo he sacado la barca y ya está», indicó Espert, mientras observaba las llamas en el monte, con la esperanza de que las fincas payesas que rodean su casa sirvieran de cortafuegos. Esta situación le salvó de otro incendio en 1985 y, otra vez, Espert confiaba en que se repitiera la misma suerte y que el fuego no superara la zona boscosa.
A primera hora de la mañana, el acceso a sa Cala de Sant Vicent estaba cortado. En los hoteles de la zona se alojaban los vecinos que tuvieron que salir de sus casas el miércoles por la noche, ya sea avisados por la Guardia Civil o por iniciativa propia.
Esto último le ocurrió a Greg Brown, un californiano que llegó a la isla hace un mes para pasar el verano en su casa de la urbanización Port ses Caletes. «Me fui a las once y media de la noche porque ya era muy peligroso ¿Dónde estaban los servicios de emergencia?», se quejó el turista.
La desesperación también se apoderaba de los propietarios que intentaban regresar a sus viviendas pero no se les estaba permitido. Perder los nervios en el control del acceso a sa Cala fue lo que hizo una señora desesperada porque en su casa estaban sus animales. Aún así la respuesta de la Guardia Civil se repetía para todos los propietarios por igual: «Lo sentimos, no puede pasar, es muy peligroso».
Los vecinos, entre la resignación y la resistencia al desalojo
Una familia monta su propio operativo para intentar salvar su vivienda en Portinatx
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