Los hechos enjuiciados ocurrieron en la Comisaría de Eivissa el 9 de febrero de 2007.

El funcionario, un inspector que el 9 de febrero de 2007 desempeñaba las tareas de jefe de seguridad de la Comisaría de Eivissa, negó haber agredido con la mano o una porra al inmigrante marroquí cuya denuncia motivó que ayer tuviera que sentarse en el banquillo ante la Audiencia Provincial en un caso que terminará siendo resuelto finalmente en Palma. El fiscal responsabilizó en su día al policía de un presunto delito contra la integridad moral, pidiéndole 15 meses de cárcel y dos años de inhabilitación, así como de una falta de lesiones por unos hechos supuestamente ocurrido en los calabozos.

La detención del inmigrante tuvo lugar cuando él y su mujer se presentaron en las dependencias de la avenida de la Paz para interponer una denuncia por la desaparición de una de sus hijas, una chica de 22 años que, según trascendió en el juicio, había decidido irse con su novio tras una disputa de éste con su padre. «Desde entonces no la he visto», afirmó ayer el denunciante quien, a su vez, se juega 18 meses de cárcel como sospechoso de haber atacado a la policía tras un altercado que se originó después de que no se le quisiera coger la denuncia porque la «desaparecida» era mayor de edad y apenas había pasado un tiempo prudencial para sospechar que había sido víctima de un delito. Pese a estas explicaciones, el hombre que quería poner la denuncia insistió y, según la versión policial, perdió los nervios entrando violentamente en Comisaría diciendo que en Marruecos no se permitía que una chica de 22 años se fuera de casa. El fiscal recoge en su escrito de acusación que éste llamó a los agentes «racistas» y les dijo que no le tomaban la denuncia porque era «moro» al tiempo que arremetió contra el inspector también acusado por este suceso.

«No le hice nada. Al verlo nervioso en la puerta y con una mujer creí que era un asunto de maltrato. Lo redujimos y luego lo llevamos al hospital», explicó el inspector.

El inmigrante, sin embargo, afirmó que «sin ningún motivo» se le echaron encima diez agentes y luego fue llevado al calabozo, sitio donde continuaron los golpes. Asimismo, aseguró que le habían golpeado en la sien con la culata de una pistola. El forense, al respecto, informó ayer a la Sala de que las lesiones que tenía el herido eran compatibles con las de una porra o un palo pero que no tenía marca alguna en la sien.