El taxista de Santa Eulària que fue detenido por la Guardia Civil en el transcurso de una investigación para aclarar el robo con violencia que sufrió el pasado mes de septiembre una vecina de Sant Carles de 82 años deberá esperar aún el resultado de una prueba de ADN que se va a realizar para acreditar o descartar si dicha persona pudo ser la presunta autora de este asalto.

Ésta va a ser la principal prueba que se va a llevar a cabo dentro de la investigación que aborda el titular del juzgado de Instrucción número 4 de Eivissa, Santiago Pinsach, una vez que anteayer se tomara declaración al acusado y se decretara su libertad provisional. J.J.R.P., como ya informó ayer este periódico, recuperó su libertad después de declararse del todo inocente y después de que la víctima no lo identificara en una rueda de reconocimiento. El sospechoso, sin embargo, sí fue identificado sin ningún género de dudas fotográficamente por la perjudicada durante la investigación de la Guardia Civil cuando agentes de Policía Judicial le enseñaron el rostro del taxista conjuntamente con otros retratos de personas con rasgos físicos muy similares.

Según ha podido averiguar este periódico, la prueba de ADN que hay previsto efectuar se centrará en el análisis en el laboratorio de material que fue recogido por la Guardia Civil en la inspección ocular que se efectuó en la misma casa. Todo ello para discernir si el ladrón dejó algún tipo de rastro que se pueda relacionar con J.J.R.P. El taxista, que es investigado por otros robos, afirmó que el día del asalto, el 14 de septiembre, no trabajó y «que a la hora del atraco tenía coartada porque era su cumpleaños y estaba celebrándolo con una comida con toda su familia. Se da la circunstancia de que la Guardia Civil arrestó a dicha persona no sólo después de la identificación fotográfica de la víctima. Los agentes también encontraron en el taxi que utilizaba el acusado, al parecer en el maletero, un tipo de cinta idéntico al que se cree empleado para amordazar e inmovilizar a la mujer, quien fue amenazada de muerte y abandonada encerrada después de que el asaltante se apoderara de un botín de 600 euros.