Natalia ha sido tratada en la policlínica Nuestra Señora del Rosario y el viernes le darán el alta.

C. CUEVAS
Natalia Cibrián García es una madrileña de 22 años que el pasado 25 de septiembre pasó una de las peores experiencias de su vida.

Ese lunes fue junto a cuatro amigos a sa Pedrera de cala d'Hort, una zona también conocida como Atlantis, a disfrutar de un día de playa. Llegaron, se dieron un baño, comieron y después cuatro de ellos decidieron saltar desde unas rocas «de unos 2 pisos de altura» al mar. Natalia, una vez arriba, se sintió insegura y se lo pensó un par de veces antes de saltar. «Nunca imaginé cuanta repercusión podría tener en mi vida una decisión tan rápida de tomar como aquella». Al saltar con un poco de miedo, tal y como afirma la joven, parece que no tomó el impulso suficiente «y caí mal, inmediatamente sentí un dolor agudo y avisé a mis amigos».

Natalia reconoce que podía moverse, pero le preocupaba hacerlo porque le dolía. Entre dos amigos, apoyándose en las rodillas y con el impulso del agua logró salir del mar y llegar hasta las toallas. Eran aproximadamente las seis de la tarde. Esperaron a ver si remitía el dolor; como no fue así llamaron al 112.

La lancha de Protección Civil llegó en unos 20 minutos, sobre las 19,00 horas. «Muy pequeña, con dos o tres efectivos y sin medicamentos; en ningún momento de esta primera parte del rescate vi ningún maletín médico o algo parecido», afirma Natalia.

Procedieron a inmovilizarla en una tabla e intentar llevarla hasta la lancha. Pero fue imposible llevarla a bordo porque a esa hora el mar empezó a picarse y era muy arriesgado. Las olas, al romper, alcanzaban los tres metros de altura. El rescate por mar se vislumbraba imposible.

«Protección Civil no envió ningún médico en la lancha, por lo que no me administraron ningún calmante; el dolor empezaba a ser insoportable. No se movilizó ningún médico hasta que no vieron que tenía que pasar allí la noche, algo que supe por boca de mis amigos sobre las once, cuando el rescate por aire también se hizo imposible porque no hay ningún helicóptero en Eivissa que esté preparado para un salvamento nocturno, y al que avisaron de Valencia tuvo un fallo en el foco de localización y tuvo que volver a que lo arreglaran» afirma Natalia.

La herida asegura que, aunque en todo momento se sintió arropada por los sanitarios y por sus amigos, critica «la organización del rescate, o la falta de organización, no tener calmantes hasta pasadas diez horas, esperar trece a que me sacaran, que sólo nos dieran una manta térmica para mí y ninguna para mis amigos, que pasaron la noche en bañador y que no bajaran comida».

Con esta opinión discrepa Pablo Garriz, director de emergencias de las Pitiüses, quien aclara: «En cuanto se recibió el aviso se movilizaron los efectivos para este tipo de rescates. Una lancha de Protección Civil que se encamina hacia allí y una ambulancia que esperaba en Cala d'Hort, en la lancha iba personal cualificado: dos voluntarios, un técnico de transporte sanitario y material médico». «Tras una primera evaluación se descubrió que no había riesgo para la vida de la joven; en la segunda se contempló la posibilidad de una lesión por compresión de vértebra y al ver que la chica reaccionaba al dolor en las piernas se optó por medidas conservadoras».

«Cuando una vértebra se rompe, como sospechabamos tras la segunda evaluación que le hicimos a Natalia, y al final fue así, queda hecha astillas muy cortantes y cualquier movimiento puede hacer que la médula quede seccionada y que la persona acabe paralítica de manera irreversible. Nuestro protocolo dicta que lo primero es salvar la vida de la persona; cuando ésta no corre peligro salvar la función y, en tercer lugar, salvar la estética. Cuando vimos que la vida de Natalia no corría peligro nuestra misión era intentar por todos los medios que no quedara paralítica».

Natalia reconoce que ha tenido mucha suerte: podrá andar aunque tenga que guardar reposo varios meses y llevar un corsé ortopédico durante un tiempo. Esta experiencia ha hecho que empiece a ver la vida de otra manera. Sin embargo, parece que en su rescate las condiciones climáticas se pusieran en su contra y la mala suerte se cebó. El viento racheado impidió que el helicóptero de Valencia pudiera realizar la extracción un poco antes de las 4 de la madrugada, después de solucionar el problema en su foco que impidió la extracción un par de horas antes y después de que los helicópteros de Palma no pudieran realizar el rescate, uno por problemas técnicos y otro por impedir el despegue las condiciones meteorológicas. Fue a las cuatro cuando se le administró el primer calmante vía intravenosa: «Hasta entonces intentamos por todos los medios sacarla de allí, pero ni el mar ni el viento lo permitieron, y por tierra era impensable por la naturaleza de su lesión», aseguró Pablo Garriz, quien afirmó que «el rescate se inició a las 19,30 horas del lunes, a las 7,50 del martes Natalia estaba en el helicóptero y no cerramos el rescate hasta las 9,30, cuando sus amigos subieron de las rocas, comieron y se les abrigó. Si no bajamos comida antes fue para evitar más accidentes».

Durante las 13 horas que Natalia estuvo inmovilizada no se vino abajo, es una persona muy fuerte y positiva. Sin embargo, se preguntaba por qué tardaban tanto en sacarla de allí. Ha sufrido tres operaciones y le queda una larga recuperación pero puede andar. Esto era lo que más preocupaba al director de Emergencias: «Es duro tomar determinadas decisiones, la entiendo perfectamente pero quiero que sepa que hicimos todo lo posible para cuidar su calidad de vida; prefiero tener a alguien esperando unas horas a que no ande el resto de su vida».