Los detenidos no se dedicaban sólo a la droga en Sant Antoni, sino también a los robos en casas.

JOSÉ MARÍA ALONSO
La Guardia Civil es más consciente que nadie de que los británicos y marroquíes que se enfrentaron a tiros hace quince días son sólo uno o dos más de los numerosos grupos de pequeños narcotraficantes que viven en la isla, todo el año o en temporada. El desaparecido líder del grupo, conocido por la policía como eMoro Inglés, vive en Sant Antoni desde hace ocho o nueve años. El grupo del tiroteo, aunque muy conocido, se hacía notar lo justo y disfrutaba de su estatus sin muchas ostentaciones. Aunque la Guardia Civil y la policía los conocía, hasta ahora no habían molestado demasiado y si no les llega a perder su propia violencia, el negocio les habría durado varios años más. Para los especialistas se trata de dos bandas pequeñas, insignificantes frente al enorme comercio de cocaína y pastillas de éxtasis de Sant Antoni y el resto de la isla -Energy Control calcula que se consumen una media de 40.000 éxtasis diarios o más en los meses de verano-.

Cuesta creer que un volumen de negocio como el que estos grupos generaban pueda justificar un tiroteo como el del 31 de julio, con cuatro pistolas y más de 30 balas. Ellos solos se delataron y reclamaron a gritos la atención de la isla. Así de seguros se sentían, por lo que la Guardia Civil, explica uno de los mayores expertos en drogas y crimen organizado del archipiélago, ha tenido que «sentar el principio de su autoridad en Sant Antoni» y devolver la precaución y un mínimo de respeto por la ley a las pequeñas bandas de narcotraficantes. «La droga genera una problemática social, pero no molesta. La alarma la crean los delitos contra el patrimonio y la violencia desmedida».

Entre los policías y guardias civiles que conocen el mundo del hampa en Sant Antoni cala la idea de que el tráfico de drogas en la localidad es tolerado mientras no salpique demasiado, mientras no mueran demasiados jóvenes -como ocurrió el año pasado con el GHB- y mientras los turistas no reciban disparos por la calle -como este verano-. «Vamos a ser muy duros y, aunque somos conscientes de que no ganaremos la guerra, sí las batallas», asegura el experto, consciente de que con los medios de los que está dotada la Guardia Civil en la isla es imposible hacer nada serio contra el tráfico de drogas, «que está por todos lados». Los agentes se quejan de la «hipocresía» de las autoridades políticas, que toleran el tráfico de drogas en el sentido de que no ponen los medios para acabar con él porque «forma parte del negocio turístico de Sant Antoni y la isla en general». A raíz de la alarma social generada por el tiroteo, la Guardia Civil ha realizado registros en locales británicos de Sant Antoni en los que se han encontrado pequeñas cantidades de droga. También se han apretado los tornillos en el West End. «Se intenta recordarles que existimos, que no se sientan tan seguros y que no pueden ir pegándose tiros por la calle», explican fuentes policiales.