Dos bomberos de Eivissa durante un ejercicio en Sant Miquel.

En noviembre de 2002 se jugaron la vida bajando por los acantilados de Portinatx en una noche cerrada y con fuerte lluvia para descender 40 metros y saber si había supervivientes en un coche despeñado cuya presencia fue descubierta por unos excursionistas. El vehículo estaba vacío y más tarde se supo que había sido robado en Santa Eulària y supuestamente arrojado al vacío por los ladrones. Pero todo esto no se supo hasta que se echaron las cuerdas y bajó un equipo de bomberos.

Son algunos de los innumerables servicios que han jalonado en la última década el trabajo del Grupo de Rescate Vertical del Parque Insular de Eivissa, un grupo que se creó con voluntarios y que ahora ha decidido abandonar cansados de que no se reconociera su esfuerzo y de que no se les dotara de los medios que consideran necesarios para cumplir sus intervenciones con garantías.

En junio de 2000 participaron en el salvamento de una pareja que estuvo atrapada en los riscos de es Vedrà durante casi 18 horas, y en febrero de 2002 auxiliaron a un joven que, en un cumpleaños, quiso hacer una proeza escalando es Pas Estret en Puig des Molins, una gesta que no logró y que no acabó hasta que llegaron los bomberos.

Atrás han quedado servicios a horas intempestivas buscando excursionistas perdidos o heridos, precipitados por acantilados o torrentes y descensos a pozos donde se hallaron cadáveres o animales en apuros. Estos trabajos fueron hechos en muchas ocasiones en colaboración con agentes del Grupo Especial de Actividades Subacuáticas (GEAS) de la Guardia Civil, Salvamento Marítimo, así como con voluntarios de Cruz Roja y Protección Civil, salvamentos que precisaban llegar a zonas abruptas para rescatar luego a las víctimas por mar.