El juez ordenó el levantamiento de los cadáveres.

J. M. A. / J. J. M.
Un hombre unos 50 años, el ibicenco Vicente T., y una joven de unos 30 años, la granadina Esperanza Q., fueron hallados muertos ayer en la casa que compartían desde hace unos meses en Eivissa, en el gran solar ubicado junto a la calle Pere Francés. Según las primeras indagaciones policiales, ambos murieron a causa de la inhalación del monóxido de carbono producido por un brasero o una estufa, lo que se conoce como muerte dulce.

La hermana del fallecido encontró los cadáveres ayer a media tarde cuando acudió a la casa, en la que también vive su padre, pero en una estancia independiente. Según fuentes vecinales, este hombre, padre del fallecido y de la mujer que descubrió los cuerpos, padece alzheimer. Los dos fallecidos se encargaban de los cuidados del enfermo, que, al parecer, hace años que reside en esta casa.

La mujer encontró los cuerpos uno encima del otro, desnudos y en avanzado estado de putrefacción. Según los primeros indicios, podrían llevar muertos casi un semana. Vicente Cardona, vecino de la zona, aseguró ayer que los dos fallecidos «no eran pareja», aunque otras fuentes apuntaron que recientemente habían iniciado una relación.

Apuntó también que Esperanza Q. vivía en la casa desde octubre pasado. Según este vecino, la fallecida trabajaba en Formentera durante la temporada turística, en el establecimiento Mariland. Cuando acabó la temporada de 2003, Esperanza Q. se trasladó a vivir a esta casa, en la que no pagaba alquiler a cambio de cuidar al anciano enfermo de alzheimer.

En un principio, se sospechó que podría tratarse de dos asesinatos, pero los investigadores pronto llegaron a la conclusión de que se trataba de una muerte dulce. No obstante, aún se tienen que realizar las autopsias a los dos cadáveres para determinar con exactitud la causa de las muertes.

Cuando encontró los cuerpos, la mujer avisó a la Policía Local de Eivissa, que acudió a la casa junto con el Cuerpo Nacional de Policía. Poco tiempo después llegó a la zona la Policía Científica y el forense de guardia.

Más tarde, llegó el juez, que ordenó el levantamiento de ambos cadáveres. Los encargados de retirar los cadáveres tuvieron que utilizar mascarillas debido al fuerte olor que despedían los cuerpos.

La denominada muerte dulce es una noticia habitual en épocas de frío, cuando los braseros y estufas de carbón y butano de las casas más humildes funcionan a pleno rendimiento.