Los rescatistas continúan buscando supervivientes y cadáveres bajo los escombros de los edificios.

J. M. ALONSO / G. ROMANÍ
La desolación se ha apoderado de muchos marroquíes residentes en las Pitiüses que han perdido a familiares o amigos a causa del terremoto que la madrugada del martes asoló la provincia de Alhucemas, en el norte del país. Según el portavoz de la Asociación Islámica de Ibiza, Abdelhak Diki, al menos una decena de marroquíes residentes en las islas han perdido a familiares en el seísmo. El caso más grave es el de un marroquí originario de Alhucemas que reside en Formentera, donde la trabaja como peón en la construcción, que ha perdido bajo los escombros a sus padres, su mujer y sus hijos.

No es el único caso. Diki dijo ayer que en Sant Antoni hay varios compatriotas suyos que han perdido a algún familiar. La Asociación Islámica de Ibiza calcula que de los tres mil marroquíes legales que residen en la isla, unos 500 son originarios de la provincia de Alhucemas. La mayor parte de este medio centenar de inmigrantes llegó a Eivissa a principios del año 2000 huyendo de la grave explosión de xenofobia surgida en el pueblo almeriense de El Ejido, donde la población autóctona se alzó contra la comunidad marroquí en un arrebato racista sin precedentes en España.

Las zonas que más sufrieron el terremoto fueron las rurales. Los minaretes de dos mezquitas se desplomaron en Ait Kamra, situada en el corazón de una zona agrícola de accidentado relieve, en una región de aldeas dispersas de construcciones en adobe. El terremoto del martes, que causó más de 560 víctimas en la región, muchas de ellas en Imzuren y Ait Kamra, sembró muerte en muchas aldeas apacibles como la pequeña Ait Kamra. En Ben Abdalá, 35 kilómetros al oeste de Alhucemas, hubo 93 muertos, algunos ya enterrados, otros todavía no, informa France Press. Es el territorio de la tribu Ben Uriaghel, donde nació el famoso jefe de la resistencia rifeña a la ocupación española, Abdelkrim Jattabi. «Ustedes son los primeros que vienen a verme", criticó frente a su casa en ruinas un superviviente, Mustafá Hemmichi, a una delegación de la Asociación Marroquí de Derechos Humanos (AMDH) que recorre esta región gravemente siniestrada. En Tazaghin se registraron 47 muertos.

Varias viviendas, incluidas las construidas con piedra y cemento, fueron destruidas. El pueblo enterró la noche del martes a todas sus víctimas «para evitar una epidemia». Un campesino, Omar Mussaui, espera ansioso la llegada de ayuda: «Imploro a Dios que nos ayude. Lo he perdido todo, cuatro de mis parientes han muerto. Otro vecino de la localidad, explica las circunstancias del sismo: «La tierra, las montañas bailaron y nosotros lloramos, pero así es la voluntad de Dios».