A las 12.10 horas, aproximadamente, dos motoristas del Cuerpo
Nacional de Policía repararon en que la verja de acceso a la finca,
cerca de los invernaderos de Son Ferriol, estaba sólo cerrada por
fuera, pero sin el candado. Abrieron y se adentraron en la
propiedad, para inspeccionar los alrededores. Pasada una gran
posesión asciende por la montaña un camino estrecho, de unos dos
metros de ancho, y de improviso, en mitad del trayecto, los
motoristas repararon en un cuerpo tendido junto a unas piedras de
gran tamaño. Todo hacía presagiar que se trataba de María Isabel y
los agentes, sin acercarse demasiado al cuerpo, para no destruir
pruebas, comunicaron por radio el hallazgo: «Ha aparecido». Esa
tranquila finca de las afueras de Palma, deshabitada en esos
momentos, se convirtió en los minutos sucesivos en un hervidero de
motos, coches patrulla y sirenas. Las esperanzas de hallar a María
Isabel con vida eran muy escasas, pero al mediodía se esfumaron de
un plumazo, con toda su crudeza. El Grupo de Homicidios se hizo
cargo de la investigación y los policías precintaron el terreno
colindante con el cadáver. A los numerosos periodistas y fotógrafos
que llegaron a la finca de Es Barranc se les mantuvo a distancia,
ante las verjas de la propiedad, y a las 13.40 horas llegó un taxi
en el que viajaba el juez Castro, titular del juzgado de
instrucción número 3, la fiscal y un ayudante. Permanecieron en
aquel paraje casi una hora, inspeccionando el cadáver y los
alrededores, y sobre las 14.25 horas compareció un hermano de la
fallecida, acompañado por un amigo. En su rostro se reflejaba la
angustia del momento: todavía no le habían confirmado que el
cadáver se correspondía con el de María Isabel, pero había pocas
dudas de que así era. El joven abandonó Es Barranc muy afectado,
tapado por un abrigo y en el interior de un coche.
Sin comentarios
Para comentar es necesario estar registrado en Periódico de Ibiza y Formentera
De momento no hay comentarios.