La avioneta Piper Challenger tuvo que tomar tierra en una pequeña franja de terreno. Foto: KIKE TABERNER

«¡Un móvil, un móvil, que se acaba de caer una avioneta!». Así irrumpió en una casa de Sant Rafel un vecino de esta localidad que estaba de matanzas y que presenció cómo la avioneta Piper Challenger (PA-28) del Real Aeroclub Ibiza, con cuatro personas dentro, tomaba tierra en un campo de cultivo. La pericia de Javier Yern, el socio del aeroclub que en ese momento, sobre las 12.45 horas, pilotaba el aparato impidió la tragedia. Sólo él y el copiloto, Iván Casanovas, ambos instructores del aeroclub con el carnet de pilotos comerciales y con amplia experiencia, resultaron con heridas destacables. Los otros dos ocupantes, la novia de uno de ellos, Carolina, y un amigo alemán que realizaba su primer vuelo, apenas sufrieron rasguños. Al parecer, los dos pilotos decidieron intercambiar sus puestos en el aparato cuando falló por segunda vez el motor para que lo aterrizara el más experimentado.

«Ha sido un susto terrible. Se ha pasado miedo pero el aterrizaje ha sido igual que un coche cuando da un fuerte frenazo. Nos hemos quedado clavados», explicó George, el tripulante germano de la avioneta siniestrada mientras esperaba que el 061 le sometiera a un reconocimiento. Javier Yern quedó ingresado anoche en la Policlínica en observación como medida de precaución. Precisó al menos 20 puntos de sutura por los cortes sufridos y sufría una discolación de una muñeca. Iván Casanovas, por su parte, salió por la tarde del hospital con un collarín que los médicos consideraron oportuno ponerle. La avioneta, con matrícula ECCGI, realizaba su octavo vuelo del día (los socios de Real Aeroclub Ibiza se encontraban justo en ese instante a la mitad de la 'gincana' organizada por la festividad del próximo miércoles de la patrona de la Aviación, Nuestra Señora de Loreto), cuando fallaron los motores en Sant Rafel. «Nos dimos cuenta de que pasaba algo cuando dejé de escuchar el motor. De pronto vi cómo caía», señaló Miguel, el socio que cronometraba el paso del avión. Fue entonces cuando se temió lo peor.

El presidente del aeroclub, Joan Manils, dijo al respecto: «Fue un momento verdaderamente difícil. Cuando me informó el cronometrador llamamos a al socio que había en Sant Antoni por si veía el aparato. No saber nada nos intranquilizó mucho». Manils se desplazó luego hasta el lugar del accidente, sitio donde también acudió el presidente del Consell, Pere Palau. Los cuatro tripulantes del avión salieron por su propio pie del campo en el que cayeron. Los dos pilotos sufrieron cortes en la frente y en la barbilla. Yern fue atendido luego por la conmoción. El aterrizaje fue impecable. El piloto que tomó tierra salvó un tendido aéreo junto a una casa y maniobró con la exactitud precisa para dejar caer entre varios árboles el aparato. «Parece que sólo ha roto el tren de aterrizaje. El motor se paró dos veces. Ha sido una afortunada maniobra en tres metros», explicó con satisfacción uno de los socios.