El coche acabó incrustado en una tienda.

La acrobacia que realizó Antonio T. R. con el coche de su hermana es tan difícil que ni intentándolo varias veces lograría el resultado de la pasada madrugada. Milagrosamente, nadie, ni siquiera él, sufrió heridas, pero la óctuple carambola que anotó con su flamante Rover fue tan espectacular que, durante toda la mañana de ayer, centenares de curiosos se pasaron por el párking de la Avenida Ignasi Wallis de Eivissa tratando de explicarse cómo había sido posible.

Antonio T. R., ibicenco de 30 años, conducía por Ignasi Wallis hacia a la glorieta de Juan XXIII. Era casi la 1'30 de la madrugada. Dos testigos vieron cómo el Rover les adelantaba «a gran velocidad» momentos antes de despegar, porque el coche, literalmente, voló.

Sin que nadie se explique por qué ni cómo -no hay marcas de frenazos-, el Rover se subió a la acera que queda a su izquierda y que marca uno de los vértices del amplio párking de la zona. «En ese momento saltó el airbag», explicó el conductor a los agentes de la Policía Local de Eivissa, que lo detuvieron por conducir bajo la influencia del alcohol. Acto seguido golpeó al primero de los coches, que quedó destrozó.

El Rover dejó su logotipo delantero en el motor de este primer turismo, que se convirtió en una lanzadera y propició el despegue. Después, ya sin tocar el suelo, el Rover chocó contra otros seis turismos estacionados en batería -en total destrozó tres contando el propio y otros cinco quedaron tocados- hasta que alcanzó la altura suficiente como para dar vueltas de campana y acabar empotrándose en el establecimiento comercial de Sematur-Luz Comercio.