En Sant Antoni no hay mercado para todos los senegaleses que practican la venta ambulante. Esta es la conclusión a la que está llegando este verano la Policía Local de Sant Antoni, que está desbordada por la gran cantidad de vendedores ambulantes que pululan por las calles del municipio. Los agentes ya no saben cómo revertir la situación, que por el momento se muestra inmutable. Cuando vigilan una zona, los vendedores -por lo visto bastante bien organizados- trabajan en otra y así sucesivamente. Pero además, cada verano hay más vendedores, y tienen que repartirse un mercado que, en consecuencia, ofrece una porción de pastel cada vez es más pequeña. Por este motivo, los senegaleses están incrementando la presión sobre sus compradores potenciales, que suelen ser los turistas más incautos. En ocasiones, el ansia por vender les lleva a organizar estratagemas que en algunas casos rebasan el límite de lo tolerable. El pasado sábado por la noche, un grupo de chicas senegalesas intentaba vender, frente al Paseo de las Fuentes, una pulsera de la suerte a un joven británico. Es costumbre de estas vendedoras anudar amablemente la pulsera en la muñeca del turista y con disimulo atar también un hilo en uno de los dedos del posible comprador para que, si se niega a comprar, poder insistir con mayor contundencia. Al parecer, el turista no quiso la pulsera y las chicas insistieron demasiado. Cuando se vio atado por el hilo, el turista se puso nervioso y por diversas circunstancias que aún no se han aclarado acabó en el hospital con diversos golpes en la cabeza y la cadera.