El ministro español de Defensa, Federico Trillo, consideró ayer
«absolutamente desolador» que, por diez o quince metros, el avión
Yakovlev-42 accidentado el lunes no pudiera remontar totalmente la
montaña contra la que se estrelló cuando acaba de intentar por
segunda vez el aterrizaje. A causa del siniestro, murieron 40
militares del Ejército de Tierra español, 21 del Aire y un guardia
civil, participantes en la Fuerza Internacional de Asistencia a la
Seguridad en Afganistán (ISAF), así como los doce tripulantes
ucranianos del avión, que procedía de Kabul. Las autoridades
turcas, por su parte, informaron del hallazgo de las tres cajas
negras.
En una ladera que aún huele a queroseno quemado, a unos 1.200
metros sobre el nivel del mar, se esparcen entre la niebla
infinidad de restos del aparato: chalecos salvavidas, zapatos,
guantes, ropa, insignias divisas militares y partes de fuselaje
calcinado, del que pueden distinguirse la cola, un pedazo de ala y
el tren de aterrizaje. Trillo visitó personalmente la zona, donde
pudieron encontrarse el sombrero de campaña del jefe de prensa de
Defensa en Kabul, el comandante Antonio Novo, o la sobrecubierta
del libro «El Rey», de José Luis de Villalonga. «Es impresionante,
viendo el grado de destrozo que un accidente de este tipo causa, el
trabajo que han desarrollado nuestros amigos turcos, que fueron
capaces durante toda la jornada de anteayer, en un paraje como
éste, localizar todos los restos y de recuperar todos los
cadáveres», enfatizó Trillo, quien estuvo acompañado por su colega
turco, Vecdi Gonul.
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